Vivimos época de marketing y la música no escapa a él. Las casas discográficas y agencias de conciertos presentan a los intérpretes de música culta como estrellas del pop, antes «sólo» tenían que tocar bien, ahora es importante, también, aprovechar su imagen para presentarlos al público. Botón de muestra es la trompetista Alison Balsom que actuó en una Jornadas de Piano. Fue el reclamo publicitario del concierto, con su foto mostrando su innegable atractivo físico, belleza rubia de piel blanquísima, cintura de modelo y vaporosa vestimenta que destaca su esbelta figura, y se impuso en los medios como presentación del concierto, por delante del que se supone el verdadero protagonista en unas jornadas pianísticas, el solista de piano. En los conciertos de alto nivel que se escuchan en los dos ciclos musicales principales de la capital asturiana, «Los conciertos del Auditorio» y las «Jornadas de Piano», no sólo las grandes formaciones tienen cabida, las de cámara y su repertorio tienen un espacio obligado, como lo fue en esta ocasión la «Camerata Ireland». El repertorio, básicamente ruso, de altura, con Stravinsky, Prokofiev, Shostakovich, también un bello arreglo de temas irlandeses, y Tchaikovsky. En la interpretación de la joven agrupación -atendiendo a la edad de la mayoría de componentes-, éste se mostró con una calidad sobresaliente para el disfrute del público asistente. Las dos primeras obras para orquesta de cuerda -el «modernismo desarraigado» del «Concierto en Re», de Stravinsky, y la siempre intensa emotividad de Prokofiev-, aromatizaron el ambiente en su almizclada belleza, y con la espectacular Alison Balsom ya sobre el escenario, ésta se materializó -la música también se ve-, para recrear en todo su esplendor el «Concierto n.º 1 para piano, trompeta y orquesta de cuerda en Do menor» op. 35 de Shostakovich, el plato fuerte de la primera parte. La hermosa factura de la obra es incuestionable y, aún en el laconismo de la presencia de la trompeta en la composición, en pequeños detalles incluso irónica, las miradas se posaron hipnóticamente en la intérprete y los oídos en la orgánica interpretación de ambos solistas también, lógicamente, en el minucioso y preciso pianismo de un Douglas ejemplarmente riguroso. El sonido de Alison Balsom fue modélico -con sordina, casi con la materialidad de un instrumento de viento madera-, y en su concisión técnica tan penetrante y precisa como delicada en su sonido. El mejor ejemplo fue el bellísimo Lento. Decirlo no resta mérito a la interpretación, la sedosa figura que dejaba ver la porcelana piel de la atractiva intérprete, también fue un regalo para la vista. Un virtuoso trompetista vestido de frac podría interpretar con igual acierto la obra, pero el efecto hubiera sido diferente.

En la segunda parte, de nuevo Balsom conquistó con su bello melodismo en una música del agrado del público en su esquelética y hermosa simplicidad de expresión popular irlandesa. La obra más compacta y de más denso desarrollo fue la esperada e infrecuente sobre los escenarios, «Souvenir de Florencia», de Tchaikovsky, arreglo reelaborado del sexteto de cuerda del mismo nombre, una obra paradigmática de la maestría en el lenguaje musical y la penetrante capacidad expresiva del compositor. A pesar de que la disposición de los segundos violines a la derecha creemos que no es la más apropiada para la obra, los músicos se entregaron en una interpretación donde volcaron sus mejores recursos. El color sonoro de las violas destacó en cada obra del concierto, no así, creemos, los segundos violines, con sus «efes» de espaldas al público, a los que les faltó presencia sonora respecto al equilibrio general. Los primeros violines exhibieron sus mejores cualidades en esta última obra y, aunque siempre bien empastados, quizás adolecieron de algo de brillo y fuerza en el resto del repertorio, incluso el concertino pudo tener más presencia sonora sobre todo en el Shostakovich, especialmente cuando acompañó en solitario a la trompeta. Globalmente la orquesta tuvo un nivel sobresaliente en todo el concierto y el éxito estuvo asegurado bajo la precisa dirección de Douglas.