Oviedo,

Dulce Fonseca llevaba unas cuantas horas en el quirófano. El equipo de neurocirugía dirigido por el doctor Fernando Seijo le instalaba en el cerebro un electrodo que a partir de ahora le controlará la enfermedad de Parkinson. Cerebro abierto y ella, despierta, hablando con los médicos. En una de éstas, les espetó: «Voy a deciros una cosa: estoy muerta de fame». Esta polesa de 61 años salió del quirófano hacia las ocho de la tarde, regresó a su habitación, en la cuarta planta del Hospital Universitario General de Asturias (HUCA) hacia las diez, durmió plácidamente y a la mañana siguiente, anteayer, leyó LA NUEVA ESPAÑA como hace todos los días, desayunó y comenzó a recibir llamadas de teléfono. «Estoy estupendamente, sin un dolor». Eso sí, con la cabeza vendada y rapada casi al cero.

La intervención de Dulce no fue una operación al uso. No lo ha sido ninguna de las aproximadamente 500 que se han realizado en el HUCA para el control del párkinson. Son minuciosas, largas, costosas y requieren un equipo amplio, experto y unido. Se trabaja al milímetro, dice Fernando Seijo, el neurocirujano que ya en 1996 inició la cirugía del párkinson en Asturias. Pero esta última, la del jueves, está programada dentro de un ensayo mundial de una nueva técnica. Tan sólo seis hospitales europeos (Reino Unido, Francia, Austria, Alemania, Italia y España) han sido designados para llevarla a cabo. Y el español es el HUCA. Entre todos abordarán unas cuarenta intervenciones en un año y será el momento para evaluar los resultados. El HUCA lleva tres, sin novedad.

Las operaciones de control del párkinson comenzaron en la década de los noventa. El actual programa en evaluación incluye la inserción dentro del cerebro del paciente de un sofisticado electrodo con ocho contactos de platino e iridio, asociado a una pequeña batería que se instala en el tórax -algo parecido a un marcapasos- y que tiene una vida larga de no menos de quince años y se puede recargar en casa. El electrodo, a simple vista, no deja de parecer un mínimo alambre flexible que, instalado milimétricamente en el punto del cerebro donde se ubica el problema, tendrá un papel fundamental en su solución.

Hasta la fecha los electrodos que se instalan en los cerebros de los enfermos de párkinson disponen tan sólo de cuatro placas o contactos. El estimulador al que queda conectado se programa mediante telemetría y es una batería que ahora sólo dura unos cinco años. El avance es significativo.

En España hay unos ocho mil pacientes pendientes de este tipo de cirugía. En 1998 el Ministerio de Salud aprobó el protocolo de uso para los tratamientos neuroquirúrgicos del párkinson, y un año más tarde el Insalud eligió los centros de referencia. Entre ellos estaba el HUCA. Y desde entonces se ha mantenido en ese grupo de élite nacional, junto a otros cuatro centros de Galicia, País Vasco, Barcelona y Madrid. «Aquí nos llegan pacientes de toda España. Esta mañana he atendido a un canario, a un cántabro y a un extremeño», explica Fernando Seijo.

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