Oviedo, P. RUBIERA

«¡Han sido treinta y tres años de trabajo!», declaraba a LA NUEVA ESPAÑA desde Bogotá Manuel Elkin Patarroyo. El premio «Príncipe de Asturias» de Investigación Científica y Técnica del año 1994, descubridor de la primera vacuna contra la malaria, volvió ayer a la actualidad al conocerse el nuevo avance del equipo que dirige en la Fundación Instituto de Inmunología de Colombia (Fidic): el hallazgo de los principios químicos y las bases estructurales que permitirán fabricar vacunas sintéticas para prevenir las más de 500 enfermedades infecciosas que existen y que matan, cada año, a cerca de 17 millones de personas. El aval científico se lo da la publicación del descubrimiento en la revista estadounidense «Chemical Reviews», dedicada al ámbito de la química interdisciplinar.

¿En qué consiste el avance? El propio Patarroyo lo explica: «Es un concepto y un método. El concepto radica en que para poder desarrollar las vacunas hay que reconocer los fragmentos que los microbios utilizan para agarrarse a las células e invadirlas. Esos fragmentos son invisibles al sistema de defensa. Cambiamos uno a uno los átomos de los fragmentos hasta que encontramos los átomos que hay que cambiar y entonces se hacen visibles para el sistema inmune. El método es a través de la síntesis química de esos fragmentos, que puede modificarlos. Con este hallazgo se va más allá de la naturaleza de los microbios porque se modifican sus átomos según las necesidades del cuerpo a través de un proceso estandarizado, algo que no puede hacerse con las vacunas biológicas».

Hay una tercera parte, añade el investigador, que es el análisis de los fragmentos. «Hay publicados 90 pero tenemos casi 200 y, al analizarlos, encontramos que había unas características tanto de los fragmentos como de los cambios y eso es lo que se puede aplicar», señala.

El ensayo se ha presentado a través de un modelo práctico, una nueva vacuna contra la malaria que, en monos, ha logrado una efectividad del 90 por ciento. «Ahora toca hacer eso mismo en humanos y no creo que se logre antes de un año. Además hay que cumplir con las normas éticas, legales, hay que hacer la patente y, una vez obtenidos resultados, hay que crear plantas de producción para que las vacunas puedan distribuirse».

El equipo de Patarroyo está formado por unas 120 personas y, según el propio científico, este hallazgo ha podido salir adelante gracias a la colaboración de España. «Desafortunadamente, el Gobierno de Colombia nos quitó el presupuesto, pero España ha colaborado enormemente a través de la Caja de Ahorros de Navarra y la Agencia Española de Cooperación, y también hemos recibido ayuda de la Universidad de Rosario. Con todos ellos pudimos salir adelante», declara Manuel Patarroyo.

«Mi padre siempre decía que cuando hay claridad de ideas y pureza de intenciones, el éxito siempre aparece», asegura.

El investigador colombiano viajará el próximo mes de mayo a España para recoger, en Navarra, el Premio Internacional «Príncipe de Viana» de la Solidaridad 2011, que le han concedido por su búsqueda de soluciones para las enfermedades infecciosas, principalmente la malaria.

Volverá a recoger un galardón de manos de don Felipe. En 1994 recibió en Oviedo el «Príncipe de Asturias» de Investigación Científica y Técnica. «Es uno de mis grandes orgullos; siempre recuerdo mi estancia en Oviedo, me sentí feliz y dichoso. Recuerdo el calor de los asturianos y el afecto espectacular de los ovetenses. Es el premio más bonito que he recibido», subraya.