Oviedo, M. S. M.

Ambientada en la época de Alfonso III el Magno, la última novela del asturiano Fulgencio Argüelles, «A la sombra de los abedules», se desarrolla en los años finales del siglo IX y principios del X en un entorno inspirado en el valle de Cuna y Cenera, paisaje que el escritor siente muy cercano porque allí nació y vivió sus primeros veinte años, y al que ha regresado para dedicarse por entero a la literatura.

La novela fue presentada ayer en la Biblioteca de Asturias por Javier Fernández Conde, catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Oviedo, en un acto organizado por el Foro Abierto de la librería Cervantes. «La idea primera de la novela es la fusión del cristianismo con las creencias paganas», explica Argüelles, que a partir de ahí desarrolla un relato que recrea un mundo mágico en un momento en el que el cristianismo hace suyos mitos y creencias paganas.

«Es una historia de aprendizaje, algo muy común a todas mis novelas, que discurre en ese tiempo en el que se abandona la infancia, cuando uno comienza a reconocer unos valores y los va haciendo suyos. Es la edad del descubrimiento, cuando se desarrolla la personalidad». Para el autor de «El palacio azul de los ingenieros belgas», con la que obtuvo el premio «Café Gijón», psicólogo de formación, «el descubrimiento de uno mismo es apasionante, y esa época, reflejada en la novela, es decisiva. «El protagonista es un adolescente que a medida que transcurre el relato va conformando su crecimiento interior».

«A la sombra de los abedules» es una narración de personajes, con historias de amor y guerra protagonizadas en un tiempo oscuro de fusiones. Su autor se confiesa interesado por el inconsciente colectivo, muy presente en la novela. «Se desarrolla en una época de cambios que conforman un inconsciente. La Edad Media es el inconsciente de nuestra historia, el origen de todo», afirma.

Argüelles ha apostado por una novela universal, ya que a pesar de su ambientación en un paisaje asturiano desarrolla una historia sin guiños locales. Para el autor, la tarea de escribir es un oficio y como en cualquier otro «uno va aprendiendo, hay una técnica que se va depurando y el estilo se va conformando». En su caso, hay un especial interés por la búsqueda del sustantivo, significado y palabra precisa.

Fulgencio Argüelles se estrenó en el mundo de la literatura con la novela «Letanías de lluvia», con la que obtuvo el premio «Azorín» en 1992. Desde entonces no ha dejado de escribir, aunque la dedicación a otras responsabilidades no le permitían hacerlo con la asiduidad que le hubiera gustado. Ahora, instalado de nuevo en Cenera y ajeno a otras ocupaciones, piensa dedicarse de lleno a escribir, tarea a la que dedica varias horas al día, en medio del silencio del que «nacen las dudas y las preguntas». Prepara una novela que recupera el mundo de Penafonte de la primera.