Director durante siete años de «Oviedo Filarmonía»

Oviedo, Javier NEIRA

El director y pianista austriaco Friedrich Haider se despidió anteayer, con un concierto en el auditorio de Oviedo, como titular de la orquesta «Oviedo Filarmonía» que capitaneó durante los últimos siete años.

-Deja Oviedo.

-Cada artista tiene una carrera completamente diferente. Todo el mundo tiene una cita con su destino. Y Oviedo es uno de los dos o tres destinos en mi vida. La primera vez que trabajé aquí fue hace 14 años, dirigiendo la OSPA. Después del primer concierto, Luis Iberni me dijo que las puertas de Oviedo estarían siempre abiertas para mí. Me fue trayendo a Oviedo casi todos los años y fue quien realizó el contacto para que viniera a dirigir «Oviedo Filarmonía». Cuando vine como director invitado por primera vez a «Oviedo Filarmonía» se produjo algo especial, me di cuenta que podía crear algo especial con esta orquesta según mi forma de trabajar. La orquesta se encontraba un poco sin orientación, pero llena de posibilidades. Menos de un año después del primer concierto me ofrecieron ser titular y acogí la propuesta con gran placer. Para crear algo especial hace falta un trabajo de base. Consideré que podría aportarlo. Una vez creada una buena base la música crece y crece. Quería dar una visión artística precisa a la orquesta, ya que cada cual tiene su propia perspectiva. Y en ese punto traté de no ser demasiado flexible. Ahora se cuenta con un proyecto en marcha y estoy muy orgulloso de eso. Escucho la orquesta y veo que es lo que quería, que lo he conseguido. Han sido siete años muy satisfactorios porque he conseguido lo que quería.

-Destino, decía, pero ¿trágico, épico o gozoso?

-Cuando uno empieza su carrera tiene algunas ideas en la cabeza. Empiezas pensando en ciudades pequeñas para, después, pasar a urbes medias y en diez o más años, si tienes suerte, puedes llegar a dirigir en las capitales mundiales más importantes. Fue más o menos así pero nunca pensé que una ciudad media, del norte de España y de la que nunca había oído hablar, iba a ser tan importante en mi carrera. Después de estos siete años me siento en Oviedo como en casa, me conocen en los restaurantes y me paran por la calle, me siento uno más de la ciudad y una parte de la ciudad.

-¿Cómo se está manifestando la crisis económica en la música?

-Iba en tren hace poco y en el vagón restaurante me senté con un argentino de Buenos Aires. Empezamos a hablar de economía y le pregunté por lo que pensaba de la crisis económica. Dijo que realmente no sabía qué era la crisis porque en Sudamérica no tenían nada. Están hoy igual que estaban ayer.

-Y usted ¿qué cree?

-En mi opinión el dinero está en algunos sitios donde no debería estar. Yo tampoco considero que exista una crisis, sino que el dinero está mal repartido. Además no sabemos lo que es la pobreza real, así que no creo en esta crisis.

-¿Quizá la crisis sea de otra naturaleza?

-Actualmente apenas se valora y defiende la cultura, ésa es la crisis de verdad preocupante. Hay un liberalismo extremo. En los programas de televisión de los países europeos se ve que el sistema de vida americano nos ha comido definitivamente. Es bueno que haya compañías privadas de televisión, que se expandan y tengan su sitio. Eso es bueno en una democracia. Pero supone la pérdida de algunos valores. Las televisiones del Estado tienen el deber de transmitir valores intelectuales. Las televisiones privadas hacen exactamente lo contrario, solo piensan en divertir a la gente según valores muy primitivos y básicos de manera que la gente está cada vez más idiotizada delante de la televisión. Se trata de no pensar en nada más que en pasar el rato. Tengo miedo a que la generación joven y la de edad media no vuelvan a tener un concepto serio de cultura por culpa de todo esto. Cuando era niño empezaba la televisión, pero casi no la veíamos. Hacíamos música, íbamos a museos o leíamos libros. Lo que ahora ocurre con la cultura expresa la crisis real, no la económica. Puede que ésa sea una de las razones de que haya poca gente joven en los conciertos. La pérdida de valores es general. Ahí es donde creo que los políticos deben incidir rápidamente. Todas las grandes culturas del planeta han desaparecido. De las siete maravillas del mundo casi no sabemos si realmente existieron por la falta de vestigios.

-Los jóvenes llenan los conciertos de rock.

-El rock no es un desarrollo de la música clásica, es algo completamente diferente. La gente joven que va a los conciertos de rock probablemente sólo conoce el rock. Yo conozco el rock y la música clásica. No se pueden comparar y en todo caso la clásica tiene más valor. No digo que el rock o el pop no tengan valor, pero son como esas moscas que vuelan un día y después mueren. La «Pasión», de Bach, o una sinfonía de Beethoven viven años, están vivas ahora mismo y siempre son nuevas.

-La música clásica ha sido tradicionalmente europea: alemana, rusa, francesa, española... y ahora, mundial.

-Es un lenguaje único y humano. Puede tener un color nacional en algunas ocasiones. Cuando escucho a Falla, veo que no tiene nada que ver son la música austriaca de Strauss. Cuando dirijo «El amor brujo» noto que no estoy familiarizado porque no crecí con esa música, pero siento su lenguaje humano y fuerte. Y todo el mundo lo puede sentir.

-¿Llevará la camiseta de Oviedo?

-Por supuesto. Es una parte importante de mi biografía.

-¿A qué se va a dedicar ahora?

-Por el momento me voy a desempeñar como director invitado. No quiero coger otra titularidad aunque me tantean desde tres sitios. Quiero ser un poco más libre. Hay muchas cosas que hacer además de ser titular y no es fácil abordarlas estando atado. Viviré en Basilea.