Oviedo, P. RUBIERA

El historiador asturiano Juan Uría Maqua (Noreña, 1931), catedrático emérito de la Universidad de Oviedo, falleció ayer en la capital del Principado, a los 79 años, víctima de un cáncer. Uno de los siete hijos de Juan Uría Ríu, padre de la historiografía asturiana y maestro de historiadores, y de Brígida Maqua Carriza, una mujer de gran personalidad, Uría Maqua heredó de sus padres un interés apasionado por la historia de Asturias y por la música. La vida familiar en la ovetense calle del Águila siempre estuvo presente en su memoria. «Si algo era nuestra casa, era música. Una caja de música», declaraba hace unos años. Casado con Fidela Líbano Zumalacárregui, el matrimonio tenía siete hijos, una de las cuales falleció. El funeral se celebrará hoy, a las cinco de la tarde en la iglesia del Corazón de María de la capital del Principado.

«Era un asturiano cabal, una persona maravillosa, gran marido, andarín, cazador y buen conocedor del carácter asturiano. Y en unos tiempos en que los palacios se dejan caer, supo mantener con una gran dignidad el suyo de Agüerina. Tenía una bondad infinita», declaró ayer Emilio Marcos Vallaure, director del Museo de Bellas Artes poco después de conocer su fallecimiento.

Siempre que se le preguntaba por el carácter asturiano, Uría Maqua remitía a lo escrito por su padre. «Los asturianos son hombres independientes, hidalgos un poco vanidosos y satisfechos de sí mismos; pero fuertes, inteligentes y perspicaces, los asturianos en general se imponen con energía poco común en cuanto trasponen las montañas en las que viven oprimidos».

Juan Uría Maqua, a quien muchos de sus amigos llamaban cariñosamente «Juanón», estudió Historia en la Universidad de Valladolid y fue alumno del historiador asturiano Luis Suárez. En la Facultad de Filosofía y Letras de la ciudad castellana impartió clases durante unos años. Catedrático de instituto antes de su incorporación a la Universidad de Oviedo, Uría Maqua se especializó en la historia de Asturias de los siglos XIV al XVII. Por su tesis doctoral sobre «La política inglesa de los Reyes Católicos» obtuvo, en 1961, el premio nacional «Menéndez y Pelayo» del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y, en 2003, obtuvo el «Alonso Quintanilla» del Ayuntamiento de Oviedo por la que está considerada una magnífica biografía, cuyo título es «Alonso de Bello (1553-1632). un indiano perulero de los siglos XVI-XVII».

Uría Maqua encontró en su casa, el palacio de Agüerina, en Belmonte de Miranda, la documentación que le permitió estudiar durante quince años la vida de Alonso de Bello y que lo llevó a Ecuador, Sevilla, Simancas, Cantabria y los archivos asturianos. Alonso de Bello fue un mirandés que vivió a caballo entre los siglos XVI y XVII, que viajó con 22 años al virreinato de Perú, regresó con una gran fortuna cuando tenía 49 y vivió hasta los 80 años. Sus negocios fueron fundamentalmente de arriería combinada con mercancías.

Además, Uría Maqua es el autor de «El conde don Alfonso», el principal estudio sobre el conde de Gijón y de Noreña, cuya familia se estableció en Portugal tras la destrucción de Gijón y fundó el linaje de los Noronha. Hijo mayor y bastardo del rey Enrique II, Alfonso Enríquez disputó o se sublevó en varias ocasiones a finales del siglo XIV contra los tres reyes Trastámara: su propio padre; Juan I, su hermanastro, y Enrique III, su sobrino.

«Las revueltas del conde Alfonso Enríquez contra Castilla van dirigidas no a un nacionalismo asturiano sino a apoyarse en el condado de Noreña, poderosísimo, y afirmarse como nobleza», declaraba Uría Maqua a LA NUEVA ESPAÑA hace unos años. Y añadía: «Asturias es la zona más regional de España, pero nunca nacionalista».

Atento siempre a la producción de su padre, participó en la edición de sus obras completas, editadas por KRK, escribiendo para el primero de los volúmenes una biografía de Juan Uría Ríu y dirigiendo el tercer tomo, «Estudios sobre Oviedo», en este caso editado con la colaboración de la Universidad de Oviedo y de la Junta General del Principado.

Presidió hasta el verano de 2009 la Asociación de Amigos de la Catedral de Oviedo, un edificio que consideraba símbolo de Oviedo y del ovetensismo.