Las oscuras cavernas de un prestigioso diario de Nueva York, el «Globe», son el escenario de Asesinato en blanco y negro, la novela de John Darnton que cualquier periodista con sentido del humor querría llevarse de vacaciones. Darnton, autor de otros libros de suspense relacionados algunos de ellos con la biología, tuvo que esperar a jubilarse para entrar a saco en el ADN del oficio después de treinta años en el «New York Times».

El «Globe», lugar del crimen, no es otra cosa que un trasunto de la Gran Dama, como también se conoce al gran rotativo neoyorquino. Darnton ofrece información privilegiada sobre el intenso drama humano y los imperativos del negocio en el abatido mundo de los periódicos. Por ella circula esa sensación de fatalidad inminente que se cierne sobre las mejores redacciones de Gotham, siendo conscientes quienes las habitan de que la antigua grandeza se escapa inevitablemente por un agujero.

De modo que Asesinato en blanco y negro es realmente un relato disfrazado de novela de intriga sobre el «New York Times», donde Darnton trabajó como reportero y corresponsal. Para demostrarlo, por sus páginas circulan maniobras adolescentes entre directores y subdirectores ambiciosos, los giros imprevisibles de un día con pocas noticias, la presión del cierre, la ansiedad ante los recortes, la adicción al trabajo, el abandono de la vida personal y también el último respiro de la noche en cualquier bar de barrio. Todos ellos elementos identificables para quienes conocen la odisea diaria de las viejas redacciones. La de Darnton es una visión caleidoscópica de los personajes que las pueblan: seres románticos y nostálgicos de su oficio, vanidosos, con destellos de brillantez y evidentes defectos, y, sobre todo, con un hastío irónico que sólo podrán apreciar los que lo han vivido.

La trama de la novela resulta fascinante desde la primera página. Theodore Ratnoff, un temido subdirector, es encontrado muerto con el pecho atravesado por un pinchapapeles como los que un redactor jefe solía utilizar para archivar las historias rechazadas por impublicables. Escrita con tinta violeta, la misma que Ratnoff empleaba para sus comentarios más hirientes hacia los subordinados, el pincho ensarta, a su vez, una nota con las palabras del subdirector que mejor representa el lado tiránico de la redacción.

El asesinato trastoca el orden cotidiano del periódico y, a partir de ese momento, empieza el baile de personajes: entre ellos el editor empeñado en amortiguar la caída de ventas y Lester Moloch, trasunto también inequívoco de Rupert Murdoch, un rudo neozelandés que utilizando sus medios del Reino Unido había invadido Nueva York con la compra del «Graphic» («New York Post») transformándolo en un periodicucho sensacionalista. Junto a ellos, un antiguo director que conspira para recobrar su puesto o el redactor obligado a purgar sus culpas después de comparar en un reportaje a un niño quemado con una loncha de bacon. Como música de fondo, la confrontación entre el mundo digital y el de papel, los graves problemas derivados de la crisis, los recortes de gastos y de plantilla a manos de «unos tipos enfundados en camisas blancas almidonadas cuya idea de algo excitante era un partido de golf en un club local». Como lo cuenta Darnton valiéndose de la reflexión que hace uno de los subdirectores: «No habrían reconocido a un buen periodista ni aunque les hubieran dado una patada en las pelotas. La idea era: "Todos estamos juntos en esto"; pero no era cierto: él estaba en el terreno de juego y ellos sentados en la grada».

El veterano periodista autor de Asesinato en blanco y negro juega en medio de la espesa topografía de los sospechosos del crimen con la habitual desconfianza entre periodistas y policías, y las relaciones entre los medios de comunicación y el Gobierno. Al igual que Los imperfeccionistas, una anterior novela de Tom Rachman inspirada en el «International Herald Tribune», la obra de John Darnton recorre los vericuetos del oficio teniendo muy presente su más intranquilizadora actualidad y la melancólica ironía de quienes lo ejercen en los duros tiempos que corren aferrados al viejo credo: «Si tu madre te dice que te quiere, contrástalo con una segunda fuente».

Los muertos, como recoge el espíritu del título original de la novela, Black and White and Dead All Over, se refieren precisamente a las dificultades ya conocidas.