Escultor canario y cofundador del grupo «El Paso» en 1957

Tapia de Casariego,

Ángela ANGULO

En su casa de vacaciones de Tapia, rodeado de su familia y con uno de esos días nublados de Asturias que tanto le gustan como telón de fondo -«el clima parece de terciopelo», comenta-, Martín Chirino, uno de los grandes escultores españoles, canario y cofundador del grupo «El Paso», mantiene a sus 86 años una vitalidad envidiable y ese espíritu nómada que le coronó como uno de los grandes del mundo del arte en España. En 1961 expuso en el MOMA de Nueva York, ciudad que considera su segundo hogar, una aventura insólita en la España de aquella época.

-¿Cuál es su vinculación con Asturias?

-Mi vínculo es principalmente con Tapia de Casariego. Solía veranear aquí desde hace muchos años porque una hermana mía está casada con un asturiano de Tapia. La primera vez que vine fue en los años 70, y desde entonces he vuelto siempre que he podido y estaba en España, ya que mis estancias en Estados Unidos me dificultaban volver. A mi familia le gusta tanto esto que acabamos haciéndonos una casa aquí hace cinco años. Tengo mucha familiaridad con el entorno y venimos mucho, también en invierno, en la época de navidades.

-¿Cómo surge su vocación por la escultura?

-Desde muy pequeño. No lo sé, es algo consuetudinario en mí, es algo que nació conmigo. No cabe duda que todo eso tuvo que ver con mi arquitectura mental, es decir, todo eso que soy y que he construido de mi mismo.

-¿Qué recuerdos guarda de su infancia?

-Tuve una infancia feliz, en medio de la penuria de aquella época, era capaz de soñar. No echaba nada de menos porque no tenía motivos de comparación, es decir, no existía el paradigma. Yo viví en las islas aprendiendo a crecer, a entender el mundo y me desarrollé como cualquier persona. Sería más o menos parecido a lo que pasa hoy, pero con menos posibilidades, sin lugar a duda.

-¿Le costó adaptarse a la sociedad americana?

-En mi mundo nada fue fácil, pero fue posible porque nosotros, como generación, teníamos otro concepto de la vida, que no era fácil, consistía en vivirla, entenderla y si es posible poseerla. El mayor hándicap cuando vas a esos sitios es la lengua y yo hablaba inglés, así que la integración en el país fue más fácil. Entrar en la dinámica tan fuerte y exclusiva de la ciudad de Nueva York era más problemático, pero enseguida tuve una galería, expuse, y periódicos como el «New York Times» me acogieron con bastante generosidad.

-¿Cómo recuerda la época en que se fundó el grupo «El Paso»?

-Los años 50 en España fueron muy duros, no sólo para el mundo de la cultura, sino para la vida nacional. La represión franquista, la Guerra Civil que se había acabado poco antes con un millón de muertos? son parte de la historia que vividos en aquel momento resultaban dramáticos. Para nosotros fue algo que nos condicionó e influenció de gran manera. Pasaron muchos años desde los 40 hasta 1957 que aparece «El Paso», fue el germen de la preocupación de una serie de artistas e intelectuales que querían volver a recuperar para España lo que se había quebrado durante la República.

-¿Sigue pasando temporadas en Nueva York?

-En NY suelo vivir en Southwood, en un pequeño pueblo llamado Germantown, fundado por los Rockefeller cuando fueron de pioneros. Últimamente voy poco aunque sigo teniendo todavía un estudio allí, ahora lo utilizan amigos que fueron en su día alumnos míos en la Universidad de Bard, donde fui profesor invitado.

-¿Existe en la actualidad un movimiento tan fuerte e influyente como El Paso en su momento?

-Todo está condicionado a los momentos históricos que nos toca vivir. Para nosotros, la España de ese momento era la tierra baldía. La devastación a la que estaba sujeta después de la contienda entre unos y otros hizo que muchos de los aspectos del desarrollo cultural y de la realidad fueran controvertidos, sobre todo el aspecto social. Eso hizo que nosotros sintiéramos el gran vacío en que vivíamos, éramos un grupo que tenía esa pasión por trascender las fronteras y sentir que España volvía otra vez a engancharse al carro de la historia. Ese fue el éxito de «El Paso», fue un momento coyuntural y era una necesidad que urgía en este país para que nosotros empezásemos a entendernos y saber quién éramos y dónde estábamos. La confrontación con el mundo internacional fue fundamental.

-¿Sigue manteniendo contacto con su compañero de «El Paso», el pintor asturiano Antonio Suárez?

-Antonio Suárez es un gran pintor, un pintor importante. Por razones de la edad nos vemos poco, yo ya tengo 86 años, estamos ya de vuelta a la besana, nos hemos metido todos en nuestro surco otra vez.

-¿Ha visitado el «Elogio al horizonte» de Eduardo Chillida en Gijón?

-Eduardo Chillida era un gran escultor, y esta es una pieza bonita, interesante. La he visto físicamente desde lejos, pero nunca he podido subir hasta allí porque estuve poco tiempo en Gijón. Él y yo expusimos muchas veces juntos, igual que con Tàpies y con gente del grupo de «El Paso», también hemos concurrido en exposiciones internacionales.

-¿De qué manera está afectando la crisis económica al mundo de los artistas?

-Los artistas, como todos, vivimos inmersos en el sistema, que nos posee e influye. A mí personalmente para el mundo de la creación la crisis no me afecta porque vivo en una isla intelectual, y ahí afortunadamente la creación tiene poco que ver con el valor de las cosas, pero es evidente que cuando entras dentro del circuito de distribución es el mercado el que marca las pautas. Las subastas son las que realmente están marcando el concepto del éxito, algo que yo creo que es ficticio. El éxito hoy en día se mide por el dinero; el poderoso caballero está muy presente en cada una de nuestras actividades y también nos causa todas las penurias y preocupaciones que tenemos hoy en día.

-¿Qué le gusta hacer en Tapia cuando viene?

-Me gusta mucho sentarme y mirar el mar, sentir la brisa y el tiempo de aquí, que me encanta. Cuando miro las praderas y miro hacia el mar, me recuerda muchísimo a la orilla del río Hudson donde tengo el estudio. El Hudson es un río que parece un mar, es tan ancho que ves los grandes buques que van pasando, es un espectáculo extraordinario. Yo soy canario y el sol también me gusta, pero esto tiene un encanto especial, el clima parece de terciopelo, los días nublados de aquí me parecen exquisitos.

-¿Es usted muy familiar?

-Sí, me gusta mucho estar con mi hija y mis nietas. Donde yo realmente siempre quise ser famoso es en mi tribu, sino consigues el reconocimiento de aquellas personas que quieres y te rodean, lo demás se convierte en eso, puro glamour.

-¿Le ha inspirado Asturias alguna de sus obras?

-Mi obra nunca se inspira en ningún sitio, soy yo y mi circunstancia. Sin embargo, esta zona conserva todavía un aspecto rural que la hace muy distinta y diferente de otros sitios. Tapia, por alguna razón, tiene a la vez una exquisitez difícil de encontrar. Creo que realmente han sabido controlar muy bien la masificación, y los edificios que construyen tienen cierta elegancia, hay cierto cuidado con la arquitectura que hace a la localidad diferente de otros lugares. En este entorno todo me parece muy agradable.

-Entre las papas con mojo y los calamares tapiegos, ¿con qué se queda?

-Depende, para mí las papas con mojo tienen un recuerdo étnico con el que nací, pero los calamares en su tinta de aquí, de potera, son extraordinarios. Todo aquello que tiene identidad es bueno. La gastronomía asturiana, exactamente la que como aquí en Tapia, me encanta, es extraordinaria.

«Tuve una infancia feliz, en medio de la penuria de aquella época era capaz de soñar, no existía el paradigma»

«Las subastas son las que marcan hoy el concepto de éxito, algo que yo creo que es ficticio»

«En mi mundo nada fue fácil, pero fue posible porque nosotros como generación teníamos otro concepto de la vida»