Oviedo, Javier NEIRA

La opereta fue una operaza. La primera función de «El murciélago», de Johann Strauss II, que se prometía ligera, resultó tan entretenida como compleja, con mil matices, una lluvia de sorpresas y tres horas y tres cuartos de duración.

La LXIV Temporada de ópera del Campoamor de Oviedo abrió ayer a lo grande con la brillante producción del Festival de Ópera de Las Palmas. Y es que sobre las sucesivas alusiones musicales de la obra de Strauss se añadieron constantes referencias a Asturias, desde la cárcel de Villabona, la aparición en escena de la presentadora asturiana Sonia Fidalgo, las citas a las periodistas asturianas Cuca Alonso y Regina Buitrago, las alusiones al Nalón, Lillo y Limanes, o a los restaurantes Fermín y Conrado.

La sorpresa mayúscula saltó al aparecer en escena la soprano ovetense Ana Nebot que, inmediatamente, se puso a cantar la gavota de «Manon», de Massenet y, al momento, el tenor gijonés Alejandro Roy también salió al escenario y se arrancó con «Recóndita armonía», de la «Tosca», de Puccini. Después, los dos juntos atacaron el brindis de «La Traviata», de Verdi, que enlazaba perfectamente con la fiesta que se estaba representando. Fueron mucho más que dos cameos ocurrentes. Asimismo la soprano Rocío Martínez -que interpretaba el papel de Ida- coló el vals de Musetta, de la «Bohème», de Puccini y finalmente la soprano Jossie Pérez -que hacía, travestida, de Príncipe Orlofsky- cantó también fuera de programa un pasaje de «La Perichole», de Offenbach. Ciertamente el resultado fue una ópera grande. Las inclusiones sorpresa, lejos de chirriar, se sumaron a la tradición de la obra.

Tras la extensísima apertura de la opereta, la primera intervención de la soprano Chen Reiis resultó deslumbrante, la también soprano María Cantarero siguió por esa vía luminosa y el tenor Albert Casals apuntó unos compases de «Bella figlia dell'amore» -el inmortal cuarteto de «Rigoletto»- golpeando de comicidad la escena que durante toda la representación dirigió con maestría Mario Pontiggia.

Muy bien asimismo el tenor Gabriel Bermúdez, pullas a los catalanes -como ocurre casi siempre en las zarzuelas-, filosofía melancólica ya en el primer trío «dichoso es quien olvida lo que no tiene remedio» y, ya en el segundo acto, nuevas citas de «El lago de los cisnes», «El vals de las flores» y, rizando el rizo, de «El caballero de la rosa», título que se frustró como apertura de la temporada. Bien el maestro Eric Hull, la OSPA y el coro.

En uno de los palcos del teatro estaban los consejeros Emilio Marcos y Albano Longo, y el viceconsejero José Portilla.