Actriz, presenta «La violación de Lucrecia» en Avilés y Gijón

Gijón, J. L. ARGÜELLES

Nuria Espert (Hospitalet de Llobregat, 1935) es una de las grandes damas de la escena europea. Algunas de sus interpretaciones («Medea», «Yerma», «La Celestina»...) son canónicas. Multipremiada, reconocida y aclamada por crítica y público, conserva intacta la pasión por el teatro. Esa encendida llama alimenta su interpretación en «La violación de Lucrecia», poema de Shakespeare inspirado en un texto de Tito Livio. Una gran apuesta que la actriz subirá el próximo viernes al escenario del Palacio Valdés, en Avilés, y el sábado, al del Jovellanos, en Gijón.

-¿Por qué eligió este poema?

-Es un texto que me fascinó cuando era muy jovencita; volvió a gustarme cuando lo releí ya adulta, con cuarenta años, y entonces pensé que podría hacer un recital...

-...Veo que el poema la ha acompañado siempre.

-Sí, así es. No es que haya estado pensando continuamente en que quería hacer algo con él, pero, leído en distintas etapas de mi vida, me ha gustado cada vez más. Pese a que estaba con otro proyecto, conservaba la impresión tan fuerte de ese poema y, de pronto, me di cuenta de que se podía convertir en una obra de teatro si era capaz de interpretar todos los personajes.

-En alguna ocasión ha manifestado que es la obra más arriesgada de su carrera. ¿Por qué?

-Lo he dicho. Tiene que ver con la interpretación de varios personajes: el violador aparece realmente sobre el escenario y recita uno de los más bellos monólogos de Shakespeare; después sale Lucrecia, y lo mismo, en toda su indefensión... No sé cómo explicarlo, es como hablar de una pintura o de una partitura. Todo eso ha hecho la obra fascinante y complicada, claro.

-¿Por qué decidió hacer en solitario los distintos registros del poema en vez de optar por otra dramatización?

-Si le daba otra dramatización, el proyecto ya no me interesaba. Estar ahí como el narrador que da entrada a Tarquino o a una jovencita de diecisiete años que hace de Lucrecia no me parecía interesante. Lo que me atraía era interpretar sola todo eso. Creo que no se ha hecho nunca de esta manera. Me gustaba la idea de asumir la totalidad de la tensión del poema de Shakespeare, y a eso sí creí que merecía la pena dedicar un par de años de mi vida.

-El poema de Shakespeare ofrece varios monólogos, pero también tiene tramos narrativos y descriptivos. ¿Qué solución dramática plantea?

-Eso se soluciona divinamente actuando. Para entenderlo, hay que ver la obra. Se soluciona con técnica, mucho trabajo y con un director maravilloso como es Miguel del Arco.

-En algún momento ha dicho que sintió un «profundo desconcierto» cuando preparaba la obra. Sorprende esa expresión en una actriz tan solvente y de tan acreditada trayectoria.

-Pues será por eso. Cuando estaba ya inmersa en el proyecto y sabía mentalmente lo que tenía que hacer, pues veía que me costaba adaptar el cuerpo a todo eso, y pensaba: ¿seré capaz, funcionará? Lo he sentido en otras ocasiones, pero ese sentimiento ha sido aquí más claro y rotundo.

-¿Ese temor permanece aún en actrices tan expertas?

-Sí, sí, por supuesto; siempre está ese temor a caerte, a no llegar.

-¿Por qué ha elegido la traducción que ha hecho José Luis Rivas Vélez de «La violación de Lucrecia?

-Esa traducción es un milagro, posee una belleza extraordinaria. No conozco al traductor, que es un profesor de la Universidad de México. Su versión me llegó a través de unos amigos españoles shakespearianos; fue difícil encontrar ese pequeño librito, que envié a mis conocidos hispanistas ingleses para que le echaran un ojo, porque no quería equivocarme.

-No es una traducción muy conocida.

-No, no lo es. La elección creo que ha sido muy buena, porque esa versión tiene una gran claridad, emoción, y es, además, muy teatral, en el sentido más elevado. El éxito de esta joya comienza con la traducción del señor Rivas, que es en verso blanco y conserva hasta el último matiz y todo el perfume de Shakespeare. Es prodigiosa.

-Antes mencionaba a Miguel del Arco. Parece que no se ha arrepentido de su elección.

-Al contrario, estoy muy feliz. Además de grandísimo director de teatro, es una persona maravillosa: culto, divertidísimo, lleno de energía, talento y modestia, una joya.

-Parece que Miguel del Arco le dijo a usted, tras leer el texto, que la obra le recordaba un guión de Tarantino.

-En ese momento supe que era la persona adecuada para dirigir la obra. Es que la acción, la descripción de personajes... Sí a mí también me recuerda «Pulp Fiction».

-Vuelve a dejar la producción en manos de Juanjo Seoane, con quien ya hizo «Medea» o «¿Quién teme a Virginia Woolf?»

-Es un hombre muy serio, honrado. Con él me siento muy tranquila: me cuida y protege. Jamás hemos tenido un roce. Será también el productor de «La loba», que haremos en el María Guerrero, con dirección de Gerardo Vera. Me quita todos los problemas y sólo tengo que pensar en la representación.

-¿Eso es importante para una actriz?

-Es vital, y lo digo yo, que he sido productora junto a mi esposo. La compañía llevaba mi nombre, pero estábamos los dos al cincuenta por ciento. Yo sé la tortura que es pensar de dónde se va a sacar el dinero para pagar la próxima nómina. Desde que Armando (Moreno) no está, no he querido asumir más ese trabajo.

-Lleva un año de gira con «La violación de Lucrecia». ¿No hay crisis para Nuria Espert?

-No. El teatro marcha estupendamente, y no me pregunte por qué. No sólo mi espectáculo, también otros muchos. Es un momento vibrante para el teatro; las salas se llenan, se abarrotan, aunque hay gente en nuestra profesión que está en el paro. Hablo en general y pienso que es un gran momento para el teatro.

-¿El público agradece el directo, la cercanía del actor?

-Ya me está preguntando. No hay un solo motivo, creo. Quizá la gente esté cansada de tanta tecnología, de bajarse las películas y ver series hasta en el metro. Nos gusta muchísimo, pero produce fatiga, y en el teatro han encontrado otros temas, con otra actitud.

-Hay quien recuerda sus recitales de poemas: Brecht o Alberti. ¿Retomará aquellas lecturas que tanto agradecimos?

-No, aquellos trescientos recitales con Rafael Alberti fueron como un sueño, una de las cosas más hermosas en una carrera llena de cosas buenas. También he recitado con Luis Pascual en los aniversarios de Lorca, pero de momento no tengo intención de volver. Estoy muy a gusto con el teatro, que es mi elemento. Y, además, con la «Lucrecia» no puedo echar en falta los recitales, porque es una poesía magnífica.