Las agrupaciones corales evolucionan de manera orgánica, atraviesan períodos con diferentes umbrales de calidad que les permiten, a largo plazo, mantener los proyectos que realmente están bien encaminados mientras que otros sin bases sólidas van quedando por el camino. El coro «El León de Oro», fundado en Luanco en 1996, es una formación que ha conseguido metas impresionantes para la música coral asturiana. Ha atravesado umbrales que antes nadie en Asturias había logrado. Este hecho, constatable y objetivo ya es, por sí solo, un triunfo enorme. Pero los premios, las giras cada vez más ambiciosas y en foros de la mayor exigencia no han llevado a la agrupación a instalarse en el acomodo, antesala siempre de la decadencia. Todo lo contrario. «El León de Oro» sigue adelante con una voluntad de hierro que se basa en algo tan esencial como ausente de la mayoría de colectivos musicales, la autocrítica, la insatisfacción ante lo realizado que lleva, de manera necesaria, a la búsqueda de la excelencia.

Precisamente esa lucha es el gran patrimonio de «El León de Oro». El núcleo de este coro ha conseguido orientar que el proyecto enfile sus opciones hacia la élite coral. Tienen muy claro el proceso a seguir y asimismo cuentan con el valor añadido de un director que es a la vez un líder que suma voluntades. Marco Antonio García de Paz sabe que los resultados sólo llegan del trabajo y del estudio, lo cual en una formación que no es profesional es un mérito inmenso.

Su concierto en la Sociedad Filarmónica de Oviedo, una de las joyas del patrimonio musical de la ciudad, sirvió a la agrupación con sede en Luanco para presentar su nuevo programa con el que acudirán a Tolosa, una nueva prueba de fuego. Sinceramente desconozco cuántas agrupaciones asturianas estarían en disposición de afrontar un programa de semejante exigencia con el nivel de calidad que realizó «El León de Oro» el miércoles en Oviedo. Afinación impecable, equilibrio y empaste global que se dejó ver de una manera absoluta en las obras de polifonía, con un Brahms de ensueño, fueron características constantes en la velada. Esa precisión la llevaron también, en la segunda parte, al material más relacionado con el folclore con un núcleo fuerte de creación contemporánea -muy centrado en los compositores vascos que siguen escribiendo mucha y buena música para coros sobre materiales de partida de la música popular, en muchos casos-. Entre ellas, esa obra sensacional que es «Bidasoa» de Javier Busto, uno de esos autores de referencia en este ámbito. Obras de Sarasola, Ostrzyga o Elberdin marcaron también cimas interpretativas que tuvieron como aliciente el estreno absoluto de «Trébole», de Julio Domínguez, obra basada en el folclore tradicional asturiano, en la que ellas con madreñas y ellos con palos sirvieron de elemento percutivo, y acabaron bisando entre el entusiasmo de un público entregado que ovacionó con ganas al coro. Voy a citar un comentario del compositor Javier Busto sobre la agrupación asturiana que creo define bien el reconocimiento que ha alcanzado fuera del Principado: «El coro "El León de Oro" es, en estos momentos, el coro deseado, el coro que todos quisiéramos dirigir, pero Marco Antonio García de Paz es el afortunado creador de una realidad que ha alcanzado renombre internacional. El trabajo, la tenacidad y, sobre todo, la fortaleza del grupo son los responsables del éxito». Yo añadiría también el entusiasmo, el talento de todos y muy especialmente la humildad y falta de soberbia que, a la larga, es lo que permite llegar muy lejos.