Gijón, J. L. ARGÜELLES

«En el arte hay siempre investigación, por eso el estudio del artista es como un laboratorio». Es una de las pistas que dio ayer Virgina Torrente para explicar «Estación experimental», la última de las grandes exposiciones programadas por Laboral para este año y una suerte de territorio fronterizo en el que se encuentran creatividad e indagación científica, la propuesta singular y la descontextualización, como si Leonardo da Vinci abrazara a Marcel Duchamp.

Para Virginia Torrente, comisaria junto con Andrés Mengs de una muestra en cuya producción han colaborado Laboral Centro de Arte y Creación Industrial y el madrileño Centro de Arte Dos de Mayo, «Estación experimental» permite ver, subrayado, el espacio que comparten los procesos artísticos y los científicos, tan sujetos ambos al ensayo y el error. Puso un ejemplo: la representación del ADN, cuya belleza plástica pocos discutirán.

El título de la exposición, que estará en Gijón hasta el próximo 9 de abril y toma el relevo a la impactante «Noches eléctricas», está tomado de una frase de John Cage, para quien «el arte es una especie de estación experimental». Los blancos y amplios espacios de Laboral incorporan con esta muestra las piezas y propuestas de un total de veintiocho artistas y colectivos internacionales. Esther Mañas, Arash Moori y Luis Bisbe ofrecen dos instalaciones concebidas para Laboral. Hay, además, otra novedad. La dirección del Centro de Arte ha optado por habilitar una sala de interpretación, con abundante material videográfico en el que los artistas facilitan al público el acercamiento a sus obras. Uno de los retos de Laboral está en hacer inteligible a la sociedad la creación contemporánea, en la que es frecuente el uso de soportes alternativos a los tradicionales, incluidas las nuevas tecnologías.

«Aquí hay piezas que interactúan con el público», señaló Virginia Torrente, quien hizo resaltar el éxito que «Estación experimental» tuvo en Madrid: «La han disfrutado familias enteras». Ayer asistieron a la inauguración diez de los artistas con obra en la exposición, entre ellos Julio Adán, que presenta «Ecografía (no tocar, por favor)», una grata instalación sonora; Ben Woodeson, con su «Spiral Twist Hazard», un atrevimiento que juega con el espectador y está pensado para violar las normas de seguridad de cualquier museo; Alistar McClymont, que recrea con la instalación «The Limitations og Logic and the Absence of Absolute Certainty» el fenómeno meteorológico de un tornado, además del ya citado Bisbe o Guillermo Bayo, que ironiza con objetos usuales en una sala de arte, mangueras o extintores a los que busca otra funcionalidad.

La exposición está dividida en cuatro grandes apartados («En el laboratorio», «Trabajo de campo», Artefactos y mecanismos», «Perdidos en el espacio») que conectan, siempre de manera sorprendente o interrogativa, cuando no abiertamente irónica, esas relaciones entre arte y ciencia. Es muy recomendable el excelente catálogo de la muestra, con un prólogo de Pablo Martín Pascual: «Ciencia es todo aquello que los artistas llaman ciencia». «Mostramos el arte como proceso y experimentación», resumió Benjamin Weil, director de Laboral.