Dedicado a la memoria de Arkadi Futer, que fue concertino, además de «Los Virtuosos de Moscú» desde el inicio de la mítica formación rusa de Vladimir Spivakov, de nuestra orquesta ovetense, se ofreció este «Réquiem» de Mozart. Conti dirigió unas palabras al público, en recuerdo de Arkadi Futer, y también alabando la importancia de la música, la de Mozart en particular y la de su «Réquiem» muy especialmente. Seguro que Conti consiguió su intención que, para al menos una sola persona de entre todo el público asistente, esta interpretación produjera una profunda impresión, llevándose a casa esperanza, tan necesaria en estos tiempos de crisis, y de decadencia, matizó. La sensación de la escucha del «Réquiem» de Mozart es siempre placentera, siendo una composición que tuvo que concluir, en gran parte, el discípulo, que alcanzó por ello, junto al maestro, la gloria póstuma. Curiosidades de la historia de la música y del destino.

Como sucede con la única obra popularizada en el presente de Albinoni, su celebre «Adagio», del que solo la parte de bajo y unos pocos compases de la melodía del violín son suyos, siendo el resto una reelaboración de Remo Giazotto. Otro botón de muestra -hay algunos más-, es el «Ave María» de Gounod, cuya melodía cantante fue bellamente esculpida por Gounod sobre nada menos que el «Preludio y Fuga n.º 1» de «El clave bien temperado», de J. S. Bach.

Volviendo al «Réquiem», su escucha es casi siempre -en manos de orquesta, coro y solistas solventes, como en el caso de los intérpretes que nos ocupan-, una experiencia emocionante. Yo mismo tuve ocasión de hacerla como maestro de coro en cuatro ocasiones con esta misma orquesta bajo la dirección del maestro canario Gregorio Gutiérrez, y puedo asegurar que su interpretación no es para el conjunto ovetense una simple lectura, es una obra asumida e interiorizada.

Marzio Conti ofreció una versión quizá convencional en los tempi -sin que ello suponga falta de originalidad, ni de criterio-, equilibrada y expresiva. Es una opción interpretativa que convive sin rozaduras con versiones consideradas puristas en su planteamiento estilístico. Cuando se avanza en lograr la excelencia interpretativa -desde el punto de vista estilístico han sido importantes los avances en las últimas décadas cuando nos enfrentamos al repertorio anterior al Romanticismo-, no convienen posicionamientos extremos, hay magníficas versiones, menos buenas y regulares con ambos enfoques interpretativos.

El Coro de la Fundación Príncipe de Asturias, como siempre, aportó compacta solvencia, y los solistas como cuarteto se mantuvieron -con dos cantantes asturianos como Ana Nebot y Juan Noval, que se están haciendo, o ya se han hecho, un hueco en una profesión tan difícil como la de solista-, en un nivel adecuado. Creemos que el maestro Conti alcanzó con creces el objetivo expresado al comienzo de la interpretación. Conti hizo una pausa expresiva en el «Lacrimosa» -también lo advirtió al principio-, en los últimos compases dictados por Mozart antes de morir, que no los últimos del propio «Réquiem». Valga, también, ese silencio expresivo y la interpretación de este «Réquiem» para recordar a Arkadi Futer, concertino y violinista excepcional, con el que yo mismo tuve la fortuna de colaborar como director en varias ocasiones y grabaciones. In Memóriam.