Gijón, J. L. ARGÜELLES

El destino final de una obra de arte es una colección pública o privada, tal como subrayó ayer Elena Vozmediano, crítica y presidenta del Instituto de Arte Contemporáneo hasta el pasado mes de octubre. Pero, en tiempos de crisis y ajustes presupuestarios como los que vivimos, es el coleccionista particular quien sostiene con su pasión un mercado que mueve unos 860 millones al año, según datos del pasado mayo. Salvo media docena de famosos que aprovechan sus inversiones artísticas para sonreír en el papel couché, los coleccionistas suelen ser personas discretas que empezaron a adquirir sus obras guiadas por una pasión y no sin hacer esfuerzos económicos. ¿Cómo iniciar una colección de arte? ¿Qué comprar y cómo conservar las obras? Preguntas que nos hacemos muchos y que no siempre obtienen respuestas. Laboral acogió ayer, en un primer intento de abordar ese debate pendiente, un encuentro en el que cuatro coleccionistas explicaron sus experiencias.

El «chill-out» del Centro de Arte se llenó pese a ser sábado del puente de la Inmaculada. La amplia respuesta del público, que siguió durante casi tres horas el debate, da idea del interés que suscita el coleccionismo de arte. «No es un curso, pero sí una orientación que puede ayudar a quienes inician una colección y tienen dudas», señaló Vozmediano, para quien los coleccionistas tienen un papel «muy importante» en el mundo del arte. «No hay que pensar en una inversión, sino en un mecenazgo», añadió. Lo cierto es que el coleccionismo ha aumentado en España en las dos últimas décadas. Ha habido más empresas y particulares que destinaron parte de sus ganancias, en los años del crecimiento económico, a la compra de obras artísticas. Pero el verdadero coleccionista tiene un perfil más complejo; sus motivaciones son otras, como pusieron de manifiesto ayer Jaime Sordo, Alicia Aza, Fernando Fernández y Narcís Pujol en el encuentro que organizaron Nuria Fernández, directora de la galería Espacio Líquido (este año volverá a estar en Arco), y Natalia García, de NG Arte.

«Es una forma rara de drogradicción, pero en mí no hay un afán de poseer», relató Jaime Sordo, feliz de volver a la Laboral, donde estudió y organizó un viaje de estudios que lo llevaría, gracias a las donaciones de varios artistas, entre ellas una acuarela de Nicanor Piñole, a comprar su primer cuadro, una obra de Pepa Osorio que regaló a sus padres y volvió a sus manos años después. A su juicio, el coleccionista es un eslabón de una «cadena de valor» que incluye al artista, al galerista, al crítico, al comisario de exposiciones o al experto en subastas. «En los noventa empecé a comprar obra de las vanguardias; me he identificado con el informalismo», subrayó. En su colección, que ya ha integrado veintiocho exposiciones nada menos, hay pintura (52 por ciento), pero también fotografía, escultura y vídeo. «El coleccionista, que tiene opinión y es imprescindible, debe estar en el Instituto de Arte Contemporáneo». Planteó otras reivindicaciones: formación en las escuelas, reducción del IVA, una ley de mecenazgo o recuperar el valor de la crítica de arte.

«Mi colección de arte es una proyección de mí misma, una forma de expresión, algo íntimo y subjetivo», afirmó Alicia Aza, que relató su fascinación por algunas obras (de Mompó a Sergio Prego, pasando por Yendoo Jung o Erwin Olaf), para explicar una pasión con la que quiere ser «testigo» de la sociedad en la que vive. «Me interesa el arte de mis contemporáneos», indicó. Esa pulsión la ha llevado, por ejemplo, al videoarte. «Una colección debe tener una identidad, por lo que hay que acotar; es siempre una mirada e intento que las obras hablen de temas que me interesan o me contradigan». Y más: «Para coleccionar hay que tener una cierta sensibilidad artística, humildad, humor, y establecer renuncias, porque supone un esfuerzo económico».

Fernando Fernández mostró otra faceta: «Mi colección no tiene criterio, compro lo que me da la gana, lo que me alimenta». Su afición viene del cómic (Hugo Pratt, Moebius...) y la música, que le han conducido al pop art o al surrealismo pop. «Me gustaría saber por qué colecciono arte, pero lo hago por propia satisfacción; me aporta una perspectiva distinta, conocimiento». Y un consejo: «Olvidaos del mercado, comprad lo que os apetezca y disfrutadlo; mi colección es tan caótica como yo».

Para el barcelonés Narcís Pujol, que ya había estado en Laboral siguiendo a Marina Abramovic, el coleccionismo es «poliédrico». «Mi colección es íntima, no privada, por eso se puede mostrar», aseguró. A su juicio, la obra de arte es un «objeto sensible» que produce una emoción: «No hay nada más valioso que consumir arte». Su primera adquisición fue un cuadro de Víctor Mira. «Una colección se construye con excelencia, desde la eliminación», avisó.

«Mi colección es una proyección de mí misma, una forma de expresión»

<Alicia Aza >

Coleccionista de arte

«Una colección se construye desde la excelencia, por eliminación»

<Narcís Pujol >

Coleccionista de arte

«Es una manera rara de drogadicción, aunque en mí no hay afán de posesión»

<Jaime Sordo >

Coleccionista de arte

«Colecciono arte por propia satisfacción, me da otra perspectiva, conocimiento»

<Fernando Fernández >

Coleccionista de arte