Oviedo, Pablo ÁLVAREZ

A nuevos problemas, nuevas soluciones. Comenzaba a ser preocupante la escasez de órganos para pacientes jóvenes necesitados de un riñón, y surgió la figura del donante vivo. En España, esta modalidad de donación se ha desarrollado con mucha más lentitud que en los países pioneros, pero ya está alcanzando un ritmo más que aceptable. En Asturias, el primer trasplante renal de donante vivo se llevó a cabo en 2005. Tras un parón temporal, en la actualidad el volumen de actividad es proporcionalmente superior al del conjunto de España.

En lo que va de año, en el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) se han implantado ocho riñones donados por personas vivas, tantos como en los seis años anteriores. Está previsto que este próximo miércoles se lleve a cabo el noveno, una intervención con unas connotaciones especiales debido a la nacionalidad de sus protagonistas: una mujer india ha viajado expresamente desde su país hasta el Principado para ceder uno de sus riñones a su hija, afincada en la región desde hace años.

«El objetivo de la Organización Nacional de Trasplantes era llegar a un 10 por ciento de donantes vivos, pero en Asturias vamos a acercarnos este año al 20 por ciento», subraya Dolores Escudero, miembro del equipo de coordinación de trasplantes de Asturias. En efecto, en lo que va de 2011 se han llevado a cabo en la región 51 trasplantes renales. El del próximo miércoles hará el número 52, y nueve de ellos habrán sido de riñones cedidos en vida.

Esta explosión del trasplante renal de donante vivo se produce en un año en el que Asturias está registrando una recuperación de las cifras globales de donación después de dos años más bien mustios. Hasta ayer se habían contabilizado 48 cesiones de órganos, un balance muy superior a los 40 con que se cerró 2010 y a los 45 de 2009. El récord fue establecido en 2007, con 52. En 2008 se computaron 49.

Asimismo, en 2011 se ha registrado un incremento de los implantes de riñón y de hígado, no así de corazón. En resumen, Jesús Otero, coordinador autonómico de trasplantes, habla de «un buen año que aún puede mejorar un poco más». Siempre con la generosidad de los donantes y sus familias como telón de fondo.

En el trasplante renal de donante vivo, lo habitual es que exista un lazo muy estrecho entre quien cede el órgano y quien lo recibe. Lo más frecuente es que un padre o una madre den uno de sus riñones a un hijo o una hija, pero están abriéndose paso nuevas posibilidades que faciliten la compatibilidad entre donantes y receptores. El riesgo para el donante es mínimo, «comparable al de fallecer si se circula por una autopista norteamericana durante un año», precisa la doctora Escudero. Los expertos han constatado que el volumen de implantes renales tiende a la estabilización, en tanto que las listas de espera experimentan un ligero incremento. Además de un problema neto de escasez de órganos, se observa que la edad media de los donantes tiende a aumentar. Esta circunstancia -prosigue Dolores Escudero- complica la situación de «los pacientes jóvenes y de edad pediátrica», necesitados de un riñón. Éste es el problema que vienen a solventar los trasplantes renales de donante vivo.