Oviedo, P. RUBIERA

Los arqueólogos piden más investigaciones sobre el origen de San Miguel de Lillo tras conocer que tres muestras de carbono 14 datan la iglesia dos siglos antes de su fecha oficial. «El carbono 14 no va a resolver la fecha fundacional de San Miguel de Lillo», declaró ayer a LA NUEVA ESPAÑA el arqueólogo y catedrático de Prehistoria de la Universidad de Oviedo Miguel Ángel de Blas. ¿Por qué? «Porque mide márgenes temporales con cierta amplitud, no te dice que es del año X, sino que hay una alta probabilidad estadística de que ese material haya existido entre un año A y un año B. Una fecha sola es una golondrina que no hace primavera».

Carmen Fernández-Ochoa, catedrática de Prehistoria de la Universidad Autónoma de Madrid y directora del plan de excavaciones de Gijón, asegura: «Todos sabemos que en esa zona hay una ocupación anterior que parece que fue romana, más por la epigrafía que por los resultados de las excavaciones. Pero poner en duda el origen fundacional de San Miguel de Lillo por los análisis de carbono de estas tres muestras es muy arriesgado. Cabe otra posibilidad: que se hayan reutilizado materiales anteriores en su construcción, habría que tener más muestras y conocer bien el lugar del que las sacan».

Tres muestras de morteros originales del edificio prerrománico de San Miguel de Lillo, analizadas con carbono 14, han revelado dataciones anteriores a su fundación. Los documentos dicen que la iglesia fue construida entre los años 842 y 850, durante el reinado de Ramiro I (842 a 850). Las muestras, restos de madera carbonizada con un origen de caliza cocida, fueron enviadas a analizar junto a otras tres, en el marco de las obras que se realizaron en San Miguel de Lillo hace unos meses, dirigidas por el arquitecto Fernando Nanclares, autor del proyecto. La muestra más antigua está datada entre los años 660 y 770; las otras dos tienen un abanico temporal que va de los años 670 a 810 y 680 a 870. La datación de otras dos muestras cita los años 1040 a 1240 y 1490 a 1660, según recoge el informe petrológico realizado por la empresa GEA Asesoría Geológica.

En arqueología, explica Miguel Ángel de Blas, es fundamental que se sepa la relación que existe entre esa muestra, en este caso un pedazo de carbón de madera, y lo que se quiere fechar. Y cita un ejemplo: «Si usted guarda en su casa un bastón antiguo y quiere datarlo por carbono 14, la prueba concluirá que ese bastón es de una determinada época, pero no así la casa que lo custodia. Es esencial saber la relación que existe entre la muestra y el contexto de la misma».

Y añade: «Lo que sabemos hasta ahora, y yo sólo conozco lo que ha publicado LA NUEVA ESPAÑA, no plantea ningún problema en la lectura del monumento. De momento me quedo con la fecha histórica».

«Está claro que ese no es un yacimiento cerrado, hay mucho más que posibilidades de una utilización anterior del espacio y tal vez de los materiales. No he conocido casi ninguna iglesia que se llamara Santa María, San Pedro o San Juan, que son las advocaciones más antiguas, que no tuvieran ruinas debajo», explica Carmen Fernández-Ochoa.

«Hay que ser prudente y seguir investigando. Para cambiar las cosas tienes que estar muy segura», advierte. La arqueóloga comenta, con ironía, que, aunque existen crónicas que atestiguan el origen de los monumentos y «los textos son muy evidentes, también es verdad que las fechas se han establecido de forma aleatoria».

Jorge Camino, arqueólogo de la Consejería de Cultura, desconfía de la escasez de muestras y de los propios resultados del carbono 14 que, en muchos casos, «puede ser aberrante». Al igual que sus colegas, considera que una de las posibilidades es que la datación antigua provenga de la reutilización de materiales de otro tiempo. «Habría que ver todas las muestras. Dos fechas, dentro de un conjunto amplio, no son nada».

«En la alta Edad media se echan en falta investigaciones arqueológicas», declara el arqueólogo Ángel Villa, también técnico de la Consejería de Cultura. Villa lamenta que no se haya acometido una datación arqueológica de la ciudad de Oviedo como yacimiento único, sobre todo tras conocer los resultados de las diferentes excavaciones realizadas en el casco antiguo. «Hemos perdido información muy valiosa», explica.

El arqueólogo coincide con sus colegas en desconfiar del carbono 14. «Los datos que hemos visto tienen interés, pero no son ni contundentes ni categóricos», subraya.

La Consejería de Cultura, promotora de las obras realizadas en San Miguel de Lillo y del estudio petrológico, cree que son los especialistas quienes deben valorar los datos. Juaco López, director general de Patrimonio, afirmó ayer que la investigación «es la base de todo tipo de actuaciones. Hay que invertir esfuerzos y dinero, y hay que hacerlo siempre en colaboración con la Universidad de Oviedo y los centros de investigación en patrimonio cultural».

En el prerrománico, la arqueología tiene ahora la palabra, afirma Adolfo Rodríguez Asensio, profesor de prehistoria de la Universidad de Oviedo. «Habría que hacer una excavación como no se hizo nunca, estudiarlo de manera integral, sin prejuicios, con la mente abierta», dice.

Asensio coincide con el resto de sus colegas en la desconfianza que le proporcionan las tres muestras de carbono 14. «No soy especialista en arte asturiano, pero creo que hay que ser cauto, se necesitarían más series y, aun así, llega hasta donde llega», subraya.

El que fuera director general de Patrimonio de la Consejería de Cultura está convencido de que el hallazgo de la fuente tardorromana de la Rúa «marca un antes y un después en lo que la investigación se refiere». «Entonces, añade, «se dijo que se sacarían muestras de los morteros de Foncalada para fijar su datación, pero creo que todavía no se ha hecho nada. Mi opinión es que es necesario hacer una excavación completa».

Miguel Ángel de Blas

Carmen Fernández-Ochoa

Ángel Villa

Adolfo Rodríguez Asensio