Oviedo / Nueva York, J. N.

Es español, de Vigo, se llama Antonio Pérez -igual que el secretario que traicionó a Felipe II-, y en su caso parece que las revoluciones tecnológicas en marcha son las que le están jugando una mala pasada, ya que Eastman Kodak, el gigante de la fotografía que preside, no puede con los cambios vertiginosos en curso, ha perdido más del 90 por ciento de su valor en Bolsa en el último año, debe 2.000 millones de euros a los empleados y otros 1.500 a acreedores, y sólo le queda como solución de emergencia para no quebrar vender mil patentes de las diez mil que posee. En el fondo de una crisis tan profunda aparece, obviamente, la dificultad de la compañía para adaptarse a las exigencias de la nueva fotografía digital. Y eso que Kodak inventó la cámara digital en 1975.

La suspensión de pagos amenaza a la multinacional americana y a sus 19.000 empleados. Los rumores sobre una crisis definitiva se ceban en una empresa antes modelo. Hace cuatro décadas era sinónimo de vanguardia y dominio total en el mundo de la fotografía y la reproducción.

Los problemas vienen de atrás, pero desde el 2010 todo se precipitó y ha ido a peor de forma acelerada. El jueves de la pasada semana a punto estuvo de darle la puntilla una información de «The Wall Street Journal» en la que se aseguraba que la empresa multinacional considera el escenario de la quiebra muy probable. Kodak lo ha negado, pero con menos fuerza y convicción que en otras ocasiones en que los rumores disparaban ya en esa dirección. El que calla otorga, el que desmiente sin energía otorga al menos la mitad.

Las temidas agencias de calificación, sobremanera Moody's y Fitch, ya habían abierto brecha en el barco dañado, hundiendo aún más su deuda al degradarla al nivel del bono basura. Y precisamente de la crisis en la que está Kodak sólo se sale transmitiendo confianza a los inversores. Desde mediados del pasado mes de diciembre las acciones de la compañía, con sede social en la localidad de Rochester, en el Estado de Nueva York, cotizan a menos de un dólar.

Los expertos consideran que si para el próximo verano Kodak no presenta mejor aspecto, podría dejar de cotizar en la Bolsa de Nueva York. Los precedentes son muy significativos y temibles, porque ha sido expulsada del índice Dow Jones y del S&P 500.

Otra mala señal. El fondo americano de capital riesgo KKR se acaba de apartar de la multinacional, los dos representantes que tenía en el consejo de administración han dimitido sin ninguna explicación, quizá porque lo evidente no necesita de muchas palabras; Kodak está dando boqueadas y nadie quiere corresponsabilizarse.

Los optimistas piensan, sin embargo, que realmente lo que ocurre es que KKR está a punto de realizar una oferta por las patentes de Kodak. Las dimisiones de los dos consejeros del fondo de capital riesgo tratarían de evitar conflictos de interés. Kodak tiene un déficit superior a los 2.000 millones de euros, atribuible a las pensiones de sus empleados, y debe 1.500 millones a diversos acreedores. La firma ha reconocido que si no logra financiación se queda sin futuro. Los seguros por impago apuestan con un 92 por ciento de posibilidades contra la compañía frente a sus obligaciones con los acreedores. Con la venta de patentes para la digitalización de imágenes podría recaudar 2.500 millones de euros, pero no aparecen por ningún lado compradores firmes. Kodak controla el 35 por ciento del mercado de la impresión. Quizá la crisis sea una buena oportunidad para afirmarse aún más en esa orientación positiva y prometedora.