Ha compaginado teatro, cine y televisión. Ha sido premiada con los galardones Premio Goya a la Mejor Actriz Revelación, Premio Unión de Actores Mejor Actriz Revelación, Premio Mistery a la Mejor Actriz, Premio Ojo Crítico a la Mejor Actriz y Premio Ondas a la Mejor Actriz, entre otros. En teatro ha representado las obras «Good sex, good day», «En el nombre de alá», «La casa de Bernarda Alba», «Crimen y castigo» y «Fuenteovejuna». En cine destacan películas como «Mapas», «El discípulo», «Malamuerte», todavía por estrenar, «Besos de gato», «The Painting», «According to Occam`s Razor», «Doña Barbara», «99.9», «A tres bandas», «Felicidades Tovarich» y «Días Contados», filme con el que fue galardonada con numerosos reconocimientos. En televisión ha participado en las series como «Bandolera», «El comisario» o «Querido maestro», entre otras.

-¿Cómo llega a usted el papel de Gabriela al que da vida en este montaje?

-Esta obra ha dado muchas vueltas. Cuando la escribió Jorge Roelas estaba pensada para dos hombres. Él había escrito un texto pensando en Carlos Hipólito y en él mismo como los personajes centrales. Los hombres se transforman en dos mujeres y la propuesta gana un premio en el festival de teatro de San Javier. Un buen día recibo una llamada de una persona, que inicialmente estaba en la producción de la obra, que me propone este personaje, el que estaba ideado para Carlos Hipólito. (Risas). Me hago con el libreto y desde el inicio el personaje me parece un reto y decido que hay que intentarlo.

-¿En qué residía el desafío?

-Es un personaje que, de primeras, no cae bien. Es una mujer dolida, alcohólica, rencorosa, viciosa... Me interesaba saber por qué era tan terriblemente mala. También me ha gustado trabajar la parte de vulnerabilidad y hambre absoluta de amor y autoestima que tiene. El proceso ha sido bastante complicado, pues es una mujer con unos dolores de alma bastante intensos. Tras una ardua labor ahora ya disfruto con su interpretación.

-¿En la creación de un personaje tan complejo le ha ayudado la directora Tamzin Townsend?

-Sí. Ella al inicio me lo puso más difícil, puesto que añadió a mi personaje un sentido del humor muy inglés. (Risas). Creo que se trata de un valor añadido muy interesante, dado que de otra manera sería muy complicado digerir este personaje y la historia. La trama presenta a tres mujeres, dos hijas y la esposa de un hombre, que han sentido la necesidad de sentir el cariño de este varón, cuya presencia es continua en la obra aunque en ningún momento aparece. Sucede lo mismo que con Pepe el Romano en «La casa de Bernarda Alba». Planea una herencia, un momento en el que sale lo peor de las familias.

-¿Había trabajado alguna vez con esta directora?

-No nunca y me ha encantado. Cuando comencé los ensayos trabajaba también en la serie «Bandolera», de tal manera que estaba agotada en los ensayos. No obstante, en cuento la veía me contagia el amor por el trabajo. Su pasión por el teatro es increíble.

-El texto inicial era del actor Jorge Roelas, ¿él ha sido el encargado de efectuar los cambios hasta el libreto final?

-Sí. Es curioso porque, según él cuenta, los personajes no ha variado en esencia.

-Comparte escenario con Ana Marzoa y con Lidia Navarro.

-Para mí es un tremendo honor trabajar con Ana Marzoa. La vi en «La malquerida», cuando era una niña y me impactó su interpretación. Ahora interpreta a mi madre. Con Lidia no había trabajado y da vida a mi hermana. Creo que sobre la escena realizamos un gran contraste que resulta muy interesante y funciona muy bien.

-¿Qué ha supuesto en su carrera «Días contados»?

-Fue mi nacimiento. Yo llevo en el mundo de la interpretación desde los cinco años, pero entonces no era consciente de que era actriz. Yo salía en la televisión en «Barrio Sésamo». Con el paso de los años creo que lo que hacía era muy difícil porque entonces no se compaginaba el colegio con el horario de trabajo de ocho horas. Aprendí muchísima disciplina de trabajo en «Barrio Sésamo».

-«Barrio Sésamo» ¿ha sido una suerte o un estigma?

-Durante mucho tiempo lo tomé a mal. Durante un tiempo me había hecho un autoboicot. Detestaba haber pasado por él. (Risas). No obstante, ha sido un gran aprendizaje y la gente me recuerda con cariño, lo que me ha ayudado a asumirlo. Posteriormente me formé en arte dramático en Estados Unidos e Italia. He tocado varios palos. Me he lanzado con la comedia, he hecho personajes difíciles, protagonistas y secundarios. He tenido rodajes fáciles y muy difíciles. Si algo aprendí de mi padre es que pase lo que pase, siempre tienes que aprender, un objetivo que siempre cumplo.

-Ante la crisis...

-Es importante que la gente vaya al teatro, porque han cortado las ayudas y cuando llegan a veces es tarde. Ahora más que nunca dependemos del público. A veces se tarda en cobrar la taquilla y para entonces ya tenemos que invertir más dinero en la siguiente actuación. No sé cuál es la solución para afrontar la crisis actual. En vez de ir a caché, se va a a taquilla, pero tu parte a veces no te la pagan hasta tres meses después. La gente debe concienciarse de que quienes estamos detrás de una obra comemos de esto, que no es un capricho. Nosotros hemos reducido al máximo el número de personas implicadas en el montaje y todos desempeñamos varias tareas.

-¿Una salida para los actores es la televisión?

-Sí, con una seguridad absoluta. Frente a lo que otros dicen, a mí me gusta trabajar en televisión porque crea una sensación de respuesta rápida. Tienes que tener muy claro tu papel. Creo que compaginar teatro y televisión es muy interesante. Ahora tengo muchas ganas de volver al cine, pero vivimos un momento complicado.

-De todos los personajes que ha interpretado a lo largo de su carrera profesional. ¿Cuál le ha costado más?

-Es algo complicado. (Silencio). En la película «Malamuerte», de Vicente Pérez y todavía por estrenar, he dado vida a un personaje que lo leí, me gustó y me atreví. Era un personaje muy frío que saqué como pude. Mi interpretación se ha valorado, ya que logré el premio como mejor actriz en la «Mostra» de Valencia.

-¿Qué tiene que tener un personaje para que dé el paso de encarnarlo?

-Creo que tengo que sentirlo en el alma. Tengo que ir leyendo el guión y entender lo que le pasa, tanto lo bueno como lo malo. Tengo que sentir una identificación muy visceral con él.

-Ha estado a las órdenes de múltiples directores, pero ¿quién le ha marcado?

-El trabajo en «Días contados» con Imanol Uribe fue increíble, pero también estaba Paco Pino que nos llevaba de la mano. También aprendí mucho al lado de Agustí Villaronga, que hablaba suavemente y creaba momentos mágicos. Sabías de sobra que toma era válida por la atmósfera que creaba. En el mundo del teatro me estrené con José Carlos Plaza, quien me enseñó cómo estar sobre un escenario y no desmayarte en el intento, dado que me daba pánico. (Risas). También ha sido importante para mí Emilio Hernández que me dirigió en «Fuenteovejuna», mi primera obra en verso. Estuvo a mi lado hasta que memoricé todos los versos de mi papel.