Gijón, J. L. ARGÜELLES

Son veintinueve autores con obras en los más prestigiosos museos del mundo. Sus firmas están en las sesenta piezas que cuelgan desde ayer en el Centro Cultural Cajastur Palacio Revillagigedo, en Gijón. Y cualquiera de esos cuadros permite explicar algunos de los capítulos de la gran aventura artística que supuso el tránsito de la pintura española hacia la modernidad, aquel complejo paso cultural que lleva desde el siglo XIX hasta las primeras décadas del XX: el tiempo de los «ismos» y las rupturas. Todos forman parte, además, de la «Colección Gerstenmaier», un conjunto de primer nivel en el que se avienen nombres imprescindibles de la historia del arte español: Darío de Regoyos, Anglada Camarasa, Sorolla, Fortuny, Nonell, Vázquez Díaz y Zuloaga, entre otros.

La exposición, que se acoge al epígrafe «Senderos de la modernidad», fue inaugurada ayer por el propio Rodolfo (lo prefiere al germano Rudolf) Gerstenmaier y permanecerá en Asturias hasta el próximo 8 de abril. «Cualquiera de estas obras es digna de estar en los mejores museos», aseguró la comisaria de la muestra, Marisa Oropesa, para quien la selección de las pinturas que acoge el Revillagigedo permite «disfrutar de la genialidad de los maestros de la pintura española del novecentismo».

El paso por las salas del palacio gijonés ofrece al visitante un recorrido por algunas de las expresiones más notables de una revolución pictórica que, aun cuando llegó tarde a España (segunda mitad del XIX), dejó obras geniales. «Considerado como uno de los siglos más convulsos de la historia de España, tanto social como políticamente, este siglo XIX nos ofrece una de las épocas más fecundas de la historia del arte en nuestro país», afirma la comisaria en el texto de introducción al catálogo de «Senderos de la modernidad».

Así, la exposición permite trazar un itinerario entre la nueva concepción paisajística que introdujo, por ejemplo, Carlos de Haes, a quien tanto impresionó la majestuosidad de los Picos de Europa, y la ruptura que aporta apenas tres décadas después Anglada Camarasa con su «Paisaje con marismas». Ésta es, por cierto, una de las obras preferidas de Gerstenmaier, según confesó ayer el coleccionista. En realidad, lo que se produce en esos años es, como subraya Oropesa, un distanciamiento -cuando no un abierto rechazo- de la dictadura estética que imponía la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Algo similar ocurre con el retrato. Obras como el «Retrato de Isabel Herraud, de Fernández Corrella», fechado por Sorolla en 1898, o «Angustias con mantilla blanca y abanico», de Zuloaga, muestran las transformaciones del género. En «Senderos de la modernidad» conviven, en fin, algunos de los grandes movimientos y estilos de unos años proteicos y agitados: realismo, impresionismo, modernismo...

«Tengo un flechazo con la pintura española; es un veneno que llevo en las venas», afirmó Gerstenmaier, para quien la sombra tutelar de Goya está en muchos de estos pintores españoles. La historia de este alemán es singular. Recordó ayer que llegó a España, donde lleva más de cuatro décadas, cuando tenía 27 años, «sin trabajo y sin papeles», buscándose la vida. Fundó una empresa de recambios que vendió en un buen momento a una firma suiza.

Pero su afición por la adquisición de obras de artistas españoles (ojo, tiene también una muy excelente colección de pintura flamenca que viajará a Hispanoamérica próximamente) es anterior a esa fructífera operación. Sus primeros ahorros los dedicó a comprar arte. Aún recuerda su pasión infantil por las colecciones de sellos. Posee fama de ser uno de los pocos grandes coleccionistas que se prestan a participar en este tipo de exposiciones. Ayer se lo agradeció José Vega, director de la Obra Social de Cajastur. El empresario se mostró feliz de estar en Gijón y elogió los espacios del Revillagigedo: «Un marco espléndido». El consejero de Cultura del Principado, Emilio Marcos Vallaure, comunicó que no podría asistir, finalmente, a la inauguración.