Argüelles (Siero),

Lucas BLANCO

Feliz, reconfortado y con la sensación de haber sido parte importante en un logro médico sin precedentes. Así se sintió el vecino de la localidad sierense de Argüelles, Manuel Prado, después de escuchar en la radio el pasado miércoles que se había realizado en Asturias el primer trasplante de antebrazo y mano de Asturias, hito similar al que 33 años atrás él mismo protagonizó al ser el primer paciente de España que recuperaba una mano después de serle amputada, gracias a la labor de dos médicos del Hospital Central de Oviedo que estaban de guardia en aquellos momentos.

Corría el 4 de agosto de 1979 cuando Manuel entró a trabajar, al igual que todos los días durante los 22 años anteriores, a las seis de la mañana en la fábrica de la multinacional alemana Didier S. A. (actualmente RHI) de Lugones, especializada en productos refractarios. Apenas 45 minutos después sufrió un desgraciado accidente que hizo que su mano derecha se desprendiera de su brazo. Estaba metiendo material en una prensa, pero incomprensiblemente ésta cayó sobre su mano y al intentar tirar del brazo vio como éste y la mano se separaban. No llegó a perder la consciencia en ningún momento, pero ya se temía lo peor: quedarse sin el miembro que le daba de comer como le había ocurrido tiempo atrás a un compañero de trabajo.

Manuel fue trasladado al Hospital General de Asturias, donde los médicos le comunicaron que había remedio para su mano. Ingresado con posterioridad en la Residencia, dos médicos que se encontraban de guardia le dieron esperanza. La doctora Pena y el doctor Peralta, que estaban haciendo una guardia, le sugirieron pasar por quirófano para intentar recuperar una mano que muy atentamente sus compañeros de trabajo habían llevado al centro sanitario, envuelta en una toalla. Manuel no vaciló y asumió el reto a pesar de no contar con todas las garantías. «No lo dudé, quería recuperar mi mano aunque conllevase riesgos», rememora.

Minutos más tarde fue trasladado a quirófano. La operación comenzó a las once de la mañana y terminó a las nueve y media de la noche, momento en el que la mano volvía a estar pegada a su cuerpo. «Era como llevar peso colgado del antebrazo», destaca Manuel Prado. A la cirugía siguió una larga rehabilitación en la que padeció lo indecible. «Tenía muchos dolores y me costó mucho recuperar la sensibilidad», señala.

No oculta su pesar de que por el azar de haber vivido otros tiempos su operación hubiese sido aún más exitosa, pero, pese a todo, se siente orgulloso de haber sido parte, en este caso pasiva, de un gran avance de la cirugía a nivel nacional. «Me consuela el hecho de haber contribuido a que ahora estas operaciones sean mucho más sencillas y gente recupere miembros gracias a lo que iniciaron conmigo», confiesa.

Aclara, no obstante, que, aunque no logró recuperar la movilidad total en su mano derecha, gracias a esta intervención pionera, puede decir que, a sus 79 años y tras enviudar recientemente, es capaz de realizar todo tipo de tareas domésticas y de conducir. «Puedo hacer muchos trabajos de casa y de jardinería e incluso coger el coche, algo que con un muñón sería mucho más difícil», relata Manuel Prado. Tras el accidente sufrido con 47 años, permaneció trabajando en su empresa de toda la vida hasta los 58 en un puesto compatible.

Entre las anécdotas que no olvida está el gran revuelo mediático que supuso su operación tanto a nivel regional como nacional, llegando incluso a mostrarse cansado de tanta atención a los medios. «Atendí a periódicos regionales y nacionales y a Televisión Española, que hasta me puso un taxi para ir a los estudios pese a que no tenía humor para ello», explica, añadiendo que la noticia no transcendió hasta mes y medio más tarde de la operación por miedo de los médicos a que ésta saliera mal. Igualmente, recuerda cómo durante un tiempo los facultativos le pedían acudir a dar ánimos a personas con casos similares al suyo.

Transcurrido el tiempo y con el dolor y el sufrimiento ya en el olvido, Manuel Prado sólo piensa actualmente en disfrutar todo lo posible y hasta el resto de su vida de una mano caprichosa que durante varias horas se independizó de su cuerpo, pero volvió a su lugar original gracias al trabajo de unos profesionales que Prado no duda en calificar de héroes.