Oviedo, Javier NEIRA

Arte, diversión, calidad y grandes figuras llenaron la VI Gala de entrega de los Premios Líricos «Teatro Campoamor», que se celebró en la noche de ayer en el coliseo ovetense. El barítono Ruggero Raimondi, premio a toda una carrera, encendió la sala de aplausos tras cantar -y actuar- como el torero Escamillo de «Carmen»; la soprano María José Montiel, con el aria «Oh, mio Fernando», de «La favorita», levantó en ovaciones al público de pie y, antes, el tenor Jorge de León, cantando el «Adiós a la vida» de «Tosca», puso en suerte a los espectadores, que ya no pararon de aplaudir en toda la velada.

Pero la gala fue mucho más. Los presentadores llenaron la escena de arte y gracia durante hora y media largas. La mezzo ovetense María José Suárez se mostró tan buena actriz como cantante en el paso de modesta limpiadora a diva de los escenarios, según dictaba el guión del también carbayón Emilio Sagi, que se encargó de la dirección de la escena -ése es su oficio- y de casi todo. Si hubiese que señalar a un solo triunfador, sería Sagi, que, ya en el colmo de la modestia, no salió a saludar al final. También habría que apuntar a los organizadores, la diplomática Inés Argüelles y el crítico de LA NUEVA ESPAÑA Cosme Marina, que con unos medios menos que pequeños logran cada año verdaderos milagros.

La soprano Sabina Puértolas, que copresentaba la función, dio un recital de buen canto, gracia y belleza. Y el actor Luis Varela -entonante, como se definió- tuvo gracia y chispa a raudales y hasta se animó a cantar el «Caballero de Gracia», de «La Gran Vía», con Suárez y Puértolas de coro, todo un lujo.

Con el Campoamor lleno de aficionados a la lírica -y en el palco del Ayuntamiento, el alcalde, Agustín Iglesias; el consejero de Cultura, Emilio Marcos, y la directora de los premios, Inés Argüelles-, la trama tejida por Sagi se fue sucediendo entre bromas, agilidades y música de la buena. El maestro Pablo Mielgo, al frente de la orquesta «Oviedo Filarmonía» y de la Capilla Polifónica «Ciudad de Oviedo», ligó géneros y estilos con una facilidad y elegancia pasmosas. El coro de soldados de «El trovador» abrió la serie. La carbayona María José Suárez se soltó con la «Tarántula», y Sabina Puértolas, con el aria de Tatiana, tan difícil y más encaramada en una grúa. Y se fueron sucediendo las entregas de galardones: el director de escena Calixto Bieito por su «Carmen», que le entregó Emilio Sagi, que hizo un cameo como tramoyista y aprovechó para solidarizarse con los trabajadores del Liceo de Barcelona, que atraviesan una difícil coyuntura económica.

El tenor Mikeldi Atxalandabaso, premio al mejor cantante de zarzuela, ofreció «Paxarín, tú que vuelas» con gran calidad. El tenor Jorge de León, el «Adiós a la vida» indicado, y, después, Suárez y Puértolas se marcaron a dúo la barcarola de «Los cuentos de Hoffman», que levantó pasiones.

Sylvain Cambreling recogió el premio a la mejor dirección musical, y la Asociación de la Ópera de Bilbao, a la producción por «Eugene Onegin».

El premio a la producción española fue para «Amadeu», y al mejor cantante masculino, a Mariusz Kwiecien, un modelo de elegancia... aunque no tuvo el detalle de cantar. La soprano Montiel suplió con creces el hueco -es una cantante sencillamente maravillosa- con un aria de «La favorita», y el galardón para la contribución a la lírica fue para el Festival gerundense de Perelada, que recogieron sus infatigables promotores, Carme Mateu y Artur Suqué.

Raimondi puso al público de pie con su canción de Escamillo, y el brindis de «La Traviata» por los 120 años del Campoamor cerró una fiesta inolvidable.