Al contrario que las migrañas, la cefalea en racimos es más común en la población masculina. Suele afectar a personas de edades comprendidas entre los 30 y los 40 años. Varios de los pacientes operados en el complejo sanitario ovetense provienen de otras comunidades autónomas, ya que el HUCA es uno de los dos hospitales de referencia nacional -junto al madrileño Hospital de la Princesa- en el campo de la neuromodulación cerebral del dolor neuropático refractario. Algunos de estos enfermos llegaron al centro sanitario ovetense en un estado de ánimo próximo a la desesperación. En ciertos casos, incluso se les había pasado por la cabeza la idea de quitarse la vida.

Hasta hace pocos años, lo más eficaz que podía ofrecerse para las cefaleas eran técnicas quirúrgicas que conllevaban el seccionamiento de determinadas partes del sistema nervioso central. En la cefalea en racimos, solía optarse por inutilizar el nervio trigémino, una medida que acarrea notables efectos adversos. «La cara queda como anestesiada de forma permanente», señala el doctor Seijo.

Muy distinta es la neuromodulación, que consiste en la aplicación de electrodos a un dolor que está grabado en los circuitos cerebrales. Neuromodular equivale en estos casos a resetear esos circuitos, es decir, a ponerlos de nuevo a cero, devolverlos a las condiciones iniciales. «La gran ventaja radica en que no cortamos nada, ni hacemos nada irreversible; simplemente "reseteamos" los circuitos cerebrales alterados e intentamos que funcionen del modo más correcto que sea posible», indica Julio Pascual.

Se trata, por consiguiente, de un procedimiento reversible. Tan reversible que cuando a Rubén Cobo -uno de los pacientes operados en el HUCA, cuyo testimonio figura en la página anterior de este periódico- le desconectaron el neuromodulador con motivo de una operación posterior, de inmediato comenzó a sufrir las acometidas de la cefalea, efectos que desaparecieron drásticamente cuando de nuevo entró en funcionamiento el aparato.

Los doctores Seijo y Pascual subrayan que la efectividad de la neuroestimulación es elevada. «No es infrecuente que pacientes que sufrían entre tres y seis crisis diarias pasen a vivir prácticamente sin medicación alguna y sin dolor», subrayan. El equipo del Hospital Central ha mejorado los resultados cosechados por otros grupos al modificar muy ligeramente el punto sobre el que aplican los electrodos. En estos casos, un milímetro puede marcar la frontera entre el éxito y la fatalidad.

Julio Pascual llegó al HUCA en el año 2010, al obtener la plaza de director del área de gestión clínica de neurociencias. Además, esta misma semana ha tomado posesión como profesor titular de Neurología de la Universidad de Oviedo. Está considerado como un experto de relevancia internacional en el campo de las cefaleas. Antes de recalar en el HUCA, ya había comenzado a enviar pacientes al doctor Seijo. Ahora, ambos colaboran estrechamente, en un equipo con colegas de diversas especialidades.