El pianista Chano Domínguez.

El pianista Chano Domínguez. Emilio Naranjo

Hace unos años comentaba usted que el flamenco jazz estaba aún en la adolescencia. ¿Ya es adulto?

Eso es algo que se puede decir incluso del flamenco. El flamenco es una música que en las últimas dos o tres décadas ha sido influenciado por otras muchas músicas y ha conseguido a su vez influenciar a muchas más. Está en un fuerte y continuo proceso evolutivo.

Muchos le consideran el padre de este estilo.

Soy un músico que desde siempre ha trabajado con lo que tenía. Si he trabajado con el flamenco es porque ha estado a mi alrededor desde que nací; empezando por mis padres, que eran unos grandes aficionados.

¿De dónde le vino la parte jazzística?

Cuando empecé a crecer y a tocar la guitarra y los teclados, comencé también a escuchar otras músicas; oíamos la radio en la base de Rota... Todo eso me produjo una curiosidad tremenda al respecto del mundo de la música improvisada. En ese momento, los años 70, fundamos Cai, mi primer grupo, en el que ya utilizábamos los ritmos del flamenco mezclado con la improvisación. Si bien ahora utilizamos un lenguaje mucho más universal y mucho más rico.

¿Cuáles son sus referencias?

Muchísimas. Cuando yo empecé a interesarme por este lenguaje, el jazz rock de los 70 estaba en la cresta de la ola, con grupos como la Mahavishnu Orchestra, Return to Forever con Chick Corea o Weather Report con Joe Zawinul. Sus fraseos despertaron mi interés y desde allí empecé a descubrir a Herbie Hancock, Bill Evans, Ahmad Jamal, Tommy Flanagan, Thelonius Monk... Así hasta Jerry Roll Morton que fue el primero que improvisó. Es decir, hice el camino a la inversa.

Flamenco y jazz comparten una base de improvisación.

Son dos músicas que se han desarrollado prácticamente en la calle por gente que necesita expresarse y desahogarse, lo que facilita buscar la creatividad, las cosas nuevas, tirarse a la piscina. Eso para mí es lo más fascinante de la música. Subir a un escenario con unos compañeros con un acuerdo de mínimos y, a partir de esa base, encontrar una vía para que todo el mundo se exprese con libertad. Eso es algo que da un carácter auténtico y diferente a cada actuación.

Su carrera destaca por buscar cosas distintas. Su último disco, Piano ibérico, está basado en la música clásica.

Sí. Piano ibérico está basado en Falla, Albéniz, Granados, Mompou. Compositores que fueron los primeros que se acercaron a la música popular y al mundo del flamenco y recogieron esa impronta para ponerla al máximo nivel. La búsqueda del piano flamenco pasa por ellos. Por eso me enfrasqué en el aprendizaje del piano clásico, que al ser un músico autodidacta, para mí siempre había sido una tarea pendiente.

El público procedente de la música clásica está acostumbrado a interpretaciones muy puras. ¿Cómo ha tomado este disco?

Cuando hice El Puerto, de Albéniz, por encargo de Carlos Saura para su película Iberia compartí experiencias con una gran pianista de clásico como Rosa Torres Pardo, a quien le pareció muy agradable la oportunidad de oír esta música de otra manera. Tal y como está en la partitura hemos tenido la oportunidad de escuchar maravillosas interpretaciones, sobre todo la de Alicia de Larrocha, que entendió perfectamente esta música. Pero no pienso en un público más o menos purista cuando acometo este proyecto. Hago la música que me apetece hacer e intento aprender de todo lo que hago.

Su fraseo pianístico es muy característico y reconocible. ¿Tiene eso que ver con su formación guitarrística?

Seguramente tiene que ver con toda mi formación. Si mi sonido es característico es porque me he formado de una manera peculiar, sin la pedagogía de un conservatorio o unos estudios guiados. Mi formación ha sido, en este sentido, muy aleatoria.