Gijón, J. L. ARGÜELLES

No quiere que le hagan fotos, nada que pueda perturbar la relación del espectador con la instalación que ha concebido para la sala de proyectos de Laboral Centro de Arte y Creación Industrial, abierta al público desde ayer en Gijón. «No tengo nada que decir; las obras de arte son para ser sentidas y yo lo que hago es presentar el inicio de un viaje en el que cada uno siente a su manera», explicó Ryoji Ikeda (1966), uno de los artistas japoneses que con mayor rigor aúna en su trabajo las nuevas tecnologías con la búsqueda de un discurso expresivo de base universal.

La inauguración de «data.tecture (5 SXGA+ versión)», considerada una «reorquestación» de su gran obra «datamatics», se vivió ayer, con razón, como uno de los acontecimientos culturales importantes de este año en Asturias. No hay tantas ocasiones de ver una instalación en la que el espectador, que puede caminar descalzo por la acelerada proyección de datos seriados sobre el suelo de la sala, llega a percibir de manera distinta el espacio y el tiempo. Una propuesta que se construye desde la luz, el sonido y las matemáticas, como una extraña y efímera arquitectura que atrapa sutilmente a quien penetra en ella.

Son opiniones subjetivas, claro, pero que coinciden con las que manifestaron ayer las primeras personas que «entraron» en los mundos de esta instalación. Ikeda ha expuesto y protagonizado performances en la Tate Modern de Londres, en el parisino Centre Pompidou o en distintas salas y galerías que van de Nueva York a Melbourne, pasando por Tokio o Roma. Es su segunda instalación en España. «Me considero fundamentalmente un compositor», explicó, antes de elogiar las instalaciones de Laboral, que calificó de «fantásticas». «Gracias a la tecnología y el equipo de este centro hemos conseguido un sonido increíble», indicó.

Ikeda prefirió no atar su instalación a ninguna interpretación que limite la poderosa semántica de esta obra: «Si tuviera un mensaje lo contaría con palabras; soy un artista y mi papel es ese». Las series de datos que circulan vertiginosamente gracias a los cinco proyectores que utiliza para la obra corresponden al ADN del genoma humano, a estructuras moleculares de proteínas o a las coordenadas astronómicas de las estrellas, aunque el artista prefiere no dar demasiadas pistas: «Hay científicos que las ven y saben qué son». Y se comparó, en sentido metafórico, con el cocinero que «participa en un proceso, a veces desde la lógica y, en otras ocasiones, desde la intuición». «Cocino, compongo; soy ante todo un compositor que conjuga y baraja distintas cosas».

El artista hizo resaltar que estuvo en Gijón hace un año para conocer Laboral Centro de Arte: «Vine como un visitante más y es un lugar singular, bien organizado, atípico, que se dedica a la producción, algo que nos gusta mucho a los creadores». La instalación estará abierta al público hasta el 21 de enero del próximo año.