Oviedo, Javier NEIRA

El Kibbutz Contemporary Dance Company con su espectáculo «Infrared» abrirá hoy, a las ocho de la tarde, el Festival de Danza del Campoamor, patrocinado por LA NUEVA ESPAÑA y que este año tendrá una especial relevancia con siete funciones en razón a los 120 años que cumple el teatro. Como indicó Ahuva Spieler, consejera de Cultura de la Embajada de Israel en España, el espectáculo supone «sesenta y cinco minutos de innovación israelí en estado puro».

Al mediodía de ayer, el espectáculo fue presentado en el coliseo ovetense.

Intervino en primer lugar el concejal de Cultura del Ayuntamiento de Oviedo, Jorge Menéndez Vallina. Afirmó que el festival «está diseñado en esta edición de una forma más ambiciosa y al tiempo con austeridad y contención del gasto», comentó el peso positivo de la historia del Campoamor y destacó la calidad de ballet Kibbutz y de su director artístico, Rami Be'er. También hizo referencia a los precios de las localidades, que, a su juicio, son contenidos. Como dijo, son de 40, 34 y 20 euros, con descuentos a estudiantes y pensionistas y para las entradas sacadas el último día.

El musicólogo Cosme Marina, asesor cultural del Ayuntamiento de Oviedo, señaló por su parte que Be'er es uno de los coreógrafos más importante del mundo y que Israel es de los países más interesantes en el mundo de la danza, y especialmente de la danza contemporánea. Sobre el Kibbutz destacó que es una de las formaciones más celebradas en los cinco continentes. Marina afirmó que «Infrared» va un paso más adelante de lo común, «así que el festival lo abrimos con una apuesta arriesgada e interesante, una síntesis de lenguajes artísticos donde la danza ha logrado avanzar más que otras disciplinas».

Y tomó la palabra Rami Be'er, que se mostró como un excelente pedagogo, con una alta capacidad para reflexionar sobre su trabajo. Afirmó que era la primera vez que estaba en Asturias y que ya se había «enamorado de Oviedo, una ciudad cálida y bonita». Respecto a «Infrared» destacó que «utiliza el lenguaje del cuerpo, que es un lenguaje universal; el equipo ensaya a diario con la técnica clásica, que es para nosotros como una herramienta para expresar las líneas contemporáneas sobre el escenario. En mis creaciones», añadió, «no hay historia, no hay narración como ocurre en el ballet clásico. No siguen una trama. El espectador puede interpretar lo que ve. La finalidad se cifra en que cada cual, con sus pensamientos y vivencias, conecte con lo que propongo. Por supuesto, tengo mis razones y tomo mis decisiones escénicas, pero sólo para dar libertad al espectador».

Sobre las fuentes de inspiración que utiliza, Be'er indicó que le vale todo lo que le rodea, «pero sobre todo la música; veo las imágenes en movimiento, cualquier cosa, un libro, un periódico, la pintura, la arquitectura, todo me vale. También me inspiran mis bailarines, la naturaleza o, incluso, cómo se refleja la luz en un objeto cualquiera. Al empezar una nueva obra guío a mis bailarines y con esa orientación les permito improvisar. Así se va haciendo la obra más y más clara». «Infrared», añadió el coreógrafo, es una pieza de casi 70 minutos «sin descanso, sobre los colores rojo, amarillo y azul, con el blanco y el negro, y con un poema mío en hebreo. Es una forma de ensalzar el lenguaje universal. La obra gira en torno a varios círculos: individuales, de parejas, sociales, sociales e individuales y, por fin, el círculo de la vida y la muerte. Quiero tender un puente entre los seres humanos. Sobre Israel pesa una versión negativa, de bombas y conflictos. En este espectáculo se ve que hay vida y la esperanza de un mundo mejor donde vivir». El coreógrafo hizo también referencia a la ciudad de la danza, sede de su ballet, donde acude gente de todo el mundo a bailar mezclando profesionales con el pueblo llano y ofreciendo un sentido holístico de la danza.

La compañía del Kibbutz fue fundada hace 40 años por Yehudit Arnon, superviviente del Holocausto. El ballet actuará también en la Laboral, el próximo sábado.