Oviedo, Eduardo GARCÍA

A Joaquín Ortiz le tocaron tiempos confusos. Nada peor que ser hombre de paz en escenarios de guerra. Dicen de él que salvó la vida en Llanes a algunos vecinos de derecha cuando los ímpetus bélicos del 36 amenazaban con llevar la villa por delante. Y que salvó el famoso retablo de «La Trinidad», en la basílica llanisca, del serrucho de unos vándalos. Todo ello no le salvó de un exilio de casi cuatro décadas y de que el franquismo lo depurara con saña ideológica y notable estupidez práctica. No estaba la España destruida del final de la guerra civil muy sobrada de arquitectos.

Ortiz lo era. «Un arquitecto genial, un hombre coherente y modesto», en palabras del periodista y colaborador de LA NUEVA ESPAÑA Higinio del Río, el autor de la biografía «Joaquín Ortiz. Un arquitecto racionalista», presentada ayer en la sede del Colegio de Arquitectos de Oviedo.

En ese «juego detectivesco» en que termina convirtiéndose el trabajo de indagación periodístico literario, Del Río, responsable de la Casa de Cultura de Llanes y conocedor al dedillo de la historia y la intrahistoria de su concejo, se encontró con un tesoro en la figura y el devenir de Joaquín Ortiz. Primero, para biografiarle; segundo, para bucear en la cotidianidad del Llanes de la II República. «Y en ese objetivo, Ortiz me llevó de la mano».

Las vicisitudes históricas hicieron que no quede mucha obra en Asturias de aquel maestro del racionalismo arquitectónico. Como ejemplos, la vieja rula de Llanes y la casa que preside la plazuela de San Miguel, en Gijón, esquina a las calles Capua y Menéndez Valdés, «el primer rascacielos que se proyectaba en Asturias».

Ortiz es poliédrico. Arquitecto riguroso, fundador de la Agrupación Socialista de Llanes, comprometido con su tiempo y su tierra (aunque nació fuera de Asturias, él se sentía de aquí). Regresó a Llanes en 1977, en la transición, y renunció a cualquier tipo de homenaje.

«Estamos», señaló Higinio del Río, «ante un humanista al que le tocó ver de frente a los jinetes del Apocalipsis. He hablado con cerca de cien personas de muy distinta ideología para la realización de este libro, y puedo decir que no he encontrado a nadie que hablara mal de Joaquín Ortiz».

El prólogo es obra del arquitecto Joaquín Aranda, quien evocó la colaboración profesional y la amistad inquebrantable que Ortiz tuvo con otro grande de la arquitectura asturiana, Manuel García Rodríguez.

A la presentación del libro, con lleno en la sala, asistieron el concejal de Urbanismo del Ayuntamiento de Llanes, José Balmori, y el editor Nicolás Egido, de Hércules Astur, junto al presidente del Colegio de Arquitectos, Alfonso Toribio.