La presidencia del jurado internacional del 13º Festival de Cine de Las Palmas de Gran Canaria recae en el cineasta catalán Vicente Aranda (Barcelona, 1926). El director de películas como La muchacha de las bragas de oro (1979), Amantes (1991), La pasión turca (1994), Libertarias (1996) o Juana la Loca (2001), se declara un ferviente seguidor del nuevo cine y defensor acérrimo de la industria nacional. En esta entrevista, repasa algunos de los episodios de su carrera y desvela parte de sus retos pendientes.

- ¿Qué aportó la llamada Escuela de Barcelona, de la que usted formó parte en sus inicios, al devenir del cine español?

Pues no lo sé, creo que publicidad para la escuela de Barcelona, y ha sido muy resultón por lo visto. Esto fue un invento de una persona que llegó a la ciudad y dijo, bueno a esto lo vamos a llamar así, no teníamos siquiera un lugar donde reunirnos. Es como aquello de Dios los cría y ellos se juntan. Éramos gente que amaba el cine, que íbamos al cine juntos y comentábamos las películas de forma privada.

- ¿No existía entonces un argumentario o estética común entre los profesionales que allí se encontraban?

Lo único que teníamos en común es que el argumento no era lo importante, y ves que la gente se duerme en el cine, y luego entiende el argumento. Era ir en contra de la norma. En las películas americanas es siempre lo mismo: chico encuentra a chica, es el mismo esquema que sirve para todas las películas. Entonces dábamos el mismo valor a la fenomenología de la imagen que el argumento, y nos defendíamos con eso. De hecho yo hice una película que respondía a este criterio y era Fata Morgana (1965). No fue la primera que hice, la primera respondía a otros criterios, parecía que todo lo que ocurría en Italia acabaría pasando en España. El cine italiano nos parecía muy interesante, muy sociológico, adelantado, muy de izquierdas además, de forma que lo imitábamos. Yo lo hice en la película Brillante porvenir, y descubrí que cuando se estrenó ya estaba muerta.

- ¿La sociedad y el cine avanzaban entonces más rápido que su propio trabajo?

Me lancé a una especie de vanguardismo y también me arrepentí. Regresé a los argumentos después de hacer la película. Es decir, Fata Morgana no tenía argumento, pero sí había una intención de contar algo, una ciudad vacía, una modelo que se trasladaba de un sitio a otro, iba hacia su casa, venía de una prueba,...

- Dice usted que el cine español tiene buenos directores, buenas ideas, pero carece de espectadores que refrenden el esfuerzo de la industria y de sus protagonistas. ¿Qué le hace falta al cine español para que la dinámica sea otra?

No lo sé, creo que el espectador va a las películas españolas cuando le ofrecen algo que no puede el cine americano. Me parece que lo más que puede ofrecer el cine español es una especie de crónica sobre la Guerra Civil, que es muy interesante para el público español. Pero resulta que hay diez millones de votos que son de derechas, y entonces una película sobre la guerra civil es una película de izquierdas, y entonces no van a verla. Si le quitas diez millones de espectadores a la escasez tradicional del cine español, que está basado en un país donde justo puedes tener una película de éxito que compensa económicamente, no es fácil. Hacer cine sin ideología es imposible, yo no lo deseo en todo caso. Conviene que la tenga. El cine español es de izquierdas, eso es evidente. Yo no he visto ninguna película española que fuera de derechas de una forma clara, bueno una o dos.

- ¿Y qué futuro le depara al cine español en un país escorado a la derecha en todos los frentes sociales y económicos?

No veo posibilidades para el cine, la verdad. Es relativamente importante para mí porque estoy en la jubilación, como quien dice. Pero, para los que tienen entre 40 y 60 años que han trabajado en un cine de equipo, no en un cine construido y bien resuelto, mal lo tienen desde luego. No sé cómo lo harán, pero está muy difícil.

- ¿Qué piensa hacer con los cuatro o cinco guiones que asegura que tiene pendientes de filmar?

Dos de esos guiones son muy esperpénticos, a lo Valle Inclán. Lo que me gusta es la literatura, por encima del cine, entonces Valle Inclán me parece muy excepcional, y me sirven mucho sus anécdotas y lo que ha escrito. Este invento de lo esperpéntico me parece muy aplicable al cine. Yo no he hecho más que una película esperpéntica, El amante bilingüe (1993), y no tuvo éxito, es decir que funcionó bien en determinados sitios, en otros no. Había una equivocación: debiera haber sido el inglés contra el español, no el catalán contra el español, que era muy localista.

- Se muestra usted crítico con determinados pasajes de su carrera. ¿Si pudiera revisar los episodios de su vida, qué arreglaría?

Eso ocurre por una cuestión de carácter. Haría un cine distinto desde luego, y también lo haría Hicthcock, es evidente, Yo he procurado dar un retrato de mi época, quiero decir con todo esto que si se examina toda mi obra película a película y se ponen al lado una de otra, se ve muy claramente una especie de tratamiento para la época, para los años que yo he vivido incluso con películas que son difíciles o que han sido difíciles para el público.

- Tener público ha sido unas de sus grandes obsesiones y lo sigue siendo, que su cine tenga encaje en lo que el espectador busca en cada nueva película.

Siempre intento hacer una especie de esperpento, repito que si me hubiera dedicado a la literatura hubiera tirado hacia ese lado, en cine el público me ha llevado a una especie de naturalismo benévolo, es evidente que he tenido en cuenta que una pantalla está enfrentada a unas sillas y allí hay que sentar a alguien.

- El cine lleva décadas mezclando géneros, borrando barreras entre el documental y la ficción, haciendo incluso que lo experimental descoloque al espectador. ¿Qué le parece este proceso de mutación?

Es bueno porque busca soluciones. Por ejemplo, la película de mayor éxito que he tenido en toda mi vida es Juana la Loca. ¿Por qué? La historia es una cosa muy manida, y funciona la película. Es lo que hay que hacer, buscar temas y recursos y no hacer la competencia a los americanos haciendo No habrá paz para los malvados, por ejemplo, que prácticamente es Taxi Driver.