La publicación de los Presupuestos Generales del Estado ha supuesto, en el ámbito de las subvenciones del Ministerio de Cultura, una de las agresiones de mayor calado que, en estos últimos tiempos, ha sufrido el tejido productivo de este sector en nuestro país. Por si esto fuera poco, la arbitrariedad en los recortes ha abierto una brecha y una serie de discriminaciones que, de no ser corregidas en el trámite parlamentario, serán letales para determinados ciclos líricos fuera de Madrid, Barcelona o Sevilla, ciudades prebendadas con los impuestos de todos y que, además, ven premiadas incluso sus políticas de alto gasto y de generación de déficit frente a otras propuestas que tienen las cuentas al día.

En el caso de las temporadas de ópera la discriminación es sangrante. Los teatros Real y Liceo reciben millones y millones de euros que mantienen nutridas plantillas de trabajadores para disfrute de madrileños y catalanes a los que desde el resto de España financiamos sus temporadas de ópera vía impositiva mientras que la reciprocidad de lo que se recibe en «provincias» no pasa de ser migajas presupuestarias, sobre todo en lo que se refiere a la escandalosa marginación asturiana. De estos teatros acabamos pagando ¡hasta los pufos! Y que nadie interprete en esto ningún tipo de valoración política. Aquí no hay colores. Todos los partidos se han comportado con idéntica arbitrariedad. El problema actual es la más que difícil justificación de cómo a unos ciclos se les recorta en estos presupuestos un quince por ciento y a otros, como Oviedo, el veinticinco. Es una de las mayores injusticias que se han perpetrado en las cuentas públicas y, de no modificarse, significará un desplome de la actividad lírica territorial que en el caso ovetense puede ser dramático por lo ajustado de los ingresos que se manejan para confeccionar la temporada.

La lectura de las subvenciones arroja curiosidades tremendas. Por ejemplo, los coros vascos y navarros reciben, cada uno de ellos (Orfeón Donostiarra, Pamplonés o Sociedad Coral de Bilbao) más de 100.000 euros cada uno, a lo que hay que añadir ayudas a las federaciones corales de ambas comunidades, así como la subvención de la ópera de Bilbao o la de la Quincena Musical de San Sebastián, entre otras. Sin duda el País Vasco y Cataluña son dos de los grandes receptores del dinero estatal. Pero merece la pena fijar la vista en otros ejemplos. En plenos tijeretazos, se aumenta un ¡¡¡62%!!! la ayuda a la Bienal de Arte Flamenco de Sevilla o un ¡¡¡11%!!! la subvención a la Semana de Música Religiosa de Cuenca. Conviene aquí decir que este último ciclo aún no pagó la mayor parte de los conciertos del curso 2011 e incluso tiene demandas puestas al respecto por agencias de conciertos. O sea, que se premia a los malos gestores y el despilfarro. Debe también saberse que el Festival de Música de Granada, con programación durante un mes en verano, recibe bastante más ayuda que la temporada de Oviedo y su merma también se ha quedado diez puntos por debajo.

El caso de Oviedo es lamentable tras décadas de lucha. Aquí no han llegado ni las vacas gordas ni las flacas. Es una batalla continua contra la dejadez política. Es intolerable que en el ámbito cultural ni en el Ayuntamiento de Oviedo los partidos políticos hayan sido capaces de cerrar un pacto por la cultura, sector clave en la actividad económica de la ciudad, esencial en tiempos de crisis. Tampoco beneficia la actitud pastueña de la junta directiva de la Ópera. Hasta el lunes, día de la asamblea general, no fueron capaces de emitir un comunicado ante el recorte, como sí lo hizo la Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera. Esta directiva reelegida bien haría en renovar algún miembro que va a batir el récord de Fidel Castro de permanencia en cargos, para dar entrada a personas con más empuje y decisión en la defensa de los intereses del ciclo. La protección de la temporada implica a todos y especialmente a los poderes públicos. Lo primero que hay que pedir es que los políticos dejen al lado las refriegas habituales suyas y sepan trabajar con sentido de responsabilidad. Quizá todo esto sea lo más difícil de conseguir. Negro futuro nos espera. Me quedo con las contundentes declaraciones del maestro Muti las pasadas semanas en Madrid. Su lucha ejemplar dignifica la estulticia política en este ámbito: «El arte y el teatro no son instituciones de beneficencia. La cultura es el cimiento de la identidad de países como España e Italia. Recortar en cultura es golpear esa identidad, mientras que invertir en ella traería retornos económicos interesantes. Cuando necesitan cuadrar sus cuentas cortan en cultura, y eso es un error gravísimo que pagaremos». Sólo un dato: de cada euro que las administraciones aportan a la Ópera de Oviedo reciben tres de un ciclo que tiene un sesenta por ciento de generación de recursos propios, uno de los más altos de España. Quizá por eso se la castiga. Está claro que en este país la eficiencia se penaliza.