«La del Soto del Parral» vuelve al teatro Campoamor tras su última representación en Oviedo en 2006, ahora en la producción de 2010 del teatro de la Zarzuela de Madrid, firmada por la directora de escena Amelia Ochandiano. Su propuesta aporta una nueva frescura al título, con la labor escenográfica de Ricardo Sánchez, en la que se respira un aire de fantasía e ingenuidad en la recreación del pueblo con sabor castellano, mientras se capta la esencia costumbrista de uno de los títulos más emblemáticos de la zarzuela grande. «La del Soto del Parral» es una obra de personajes nobles y humildes, que protagonizan números inolvidables de exigente factura musical e influencia verista -especialmente en la orquesta-, y, por tanto, en sintonía con la vida musical española en la década de 1920, cuando se estrena la obra. Es, además, una de las poquísimas obras que han permanecido en el repertorio, firmadas por el último tándem de compositores del género lírico español, Reveriano Soutullo y Juan Vert, que colaboraron, entre 1919 y 1931, en la creación de unas treinta zarzuelas.

El XIX Festival de Teatro Lírico Español acoge así «La del Soto del Parral» durante esta semana y, de nuevo, con la participación, celebradísima, del tenor Alejandro Roy en el reparto de este título, que cuenta además con otras figuras muy conocidas en las tablas de la zarzuela, vinculadas al estreno madrileño de la producción. Tal es el caso del barítono Juan José Rodríguez, que abrió las intervenciones vocales del elenco con la famosa romanza «Ya mis horas felices» -lluvia incluida-, seguida de dúos de gran factura a lo largo de la obra, a los que hay que añadir la romanza del tenor «Fuerza que me vence», que los mismos compositores retiraron para utilizar en otra de sus zarzuelas, «El último romántico».

Un catálogo de números musicales de linaje y dificultad que fueron conducidos por Rubén Gimeno con fluidez y vivacidad desde el foso de la orquesta «Oviedo Filarmonía», la cual se asentó plenamente en la partitura tras el primer número de la zarzuela. No hay que olvidar, además, los momentos protagonizados el lunes, en el estreno, por el Coro Capilla Polifónica «Ciudad de Oviedo», con un importante trabajo coral y escénico. De este modo, tras un primer número un tanto flojo en la interpretación general, el coro lució radiante en la ronda de enamorados, mientras empuñaba hoces y ramos, y ellas conquistaron después, con pícaras maneras, en la consulta del tío Sabino.

El carácter dramático de la obra se acentúa, a través de los malos entendidos amorosos, con el elenco vocal del que se requiere un lirismo intenso, amplio, de verdaderos medios vocales, pero no exento de matices. Hubo, sin embargo, más de lo primero que de lo segundo. La soprano María Rodríguez interpretó a una Aurora de puro fuego, con una voz de cuerpo, no demasiado flexible, aunque sensible al casamiento de su voz con la orquesta. A su lado, Juan Jesús Rodríguez, como Germán, hizo de nuevo gala de sus mejores cualidades, con una voz robusta y firme, a pesar de las dificultades normales en el registro agudo de su papel de barítono. Por su parte, el gijonés Alejandro Roy ofreció una actuación lírica de altos vuelos, de sólidos medios técnicos y gran expresividad. Soberbio. El contrapunto lo puso el dúo cómico integrado por Aurora Frías, en el rol de Catalina, y Didier Otaola, como Damián, quienes destacaron por su buen hacer vocal y su presencia escénica en números como «Que soy la más linda». Los actores Luis Varela, el liante coplero del pueblo en la zarzuela, y Luis Álvarez, en el papel del tío Sabino, volvieron a demostrar en esta producción por qué son dos actores imprescindibles del género lírico español.