El diluvio universal que lleva días empapando Asturias no era el mejor reclamo para acudir a la cita con «The Waterboys», la banda que lleva encarnando el mundo de Mike Scott desde principios de los 80. La mezcla de expectación e incertitud se palpaba en el comienzo de la actuación del quinteto, que pronto despejó dudas con intensas interpretaciones de temas de su reciente «An appointment with Mr.Yeats» (homenaje literario-musical al universo del poeta irlandés, desde siempre una referencia en Scott), épico en «The hosting of the shee» o desbordante en «Man as the mist and snow». Sin embargo, y como era de esperar, pronto los «Waterboys» comenzaron a desgranar un cancionero repleto de perlas a lo largo de toda su trayectoria: de su homónimo primer álbum («A girl called Johnny», «The girl in the swing») o de su segundo «A pagan place» («All the things she gave me»). La hermosa «Glastonbury song de Dream Harder» marcó un punto de inflexión en el show. La música emocional de los «Waterboys» fue creciendo con el paso de las canciones, como el ritmo torrencial de las esperanzas del enamorado rendido a cada una de las señales de su amada en su corazón, por muy débiles que éstas puedan ser. Fue el momento de su ineludible obra magna, su tercer álbum «This is the sea», y de un desbocado «Be my enemy» o de un rockero «The pan within»; con momentos sosegados como el juguetón «The Raggle Taggle Gypsy» con un duelo Scott vs Wickham para el deleite.

Tras la apoteosis, más razones para que el clímax continuara: un primer bis con la tremebunda «Don't bang the drum» y, para goce mayoritario, la esencial «The whole of the moon», travestida en su primer tramo con unos teclados reggaes a cargo de Hallawell, rotos por las palmas de Scott al piano para llevarla a su éxtasis primigenio. Ya con el público puesto en pie, un segundo bis con la encantadora «A man is in love» y la tabernaria Fisherman's blues, para brindar porque el tiempo no se haya detenido, pero tampoco se haya perdido en un agujero de la memoria para Scott y los suyos. Para brindar por amores y desamores, para beberse esperanzas, para celebrar que «Waterboys» dieron en la diana del corazón de los presentes con intensidad y alma. Fuera, el agua seguía desatándose pertinaz, pero poco le importó a quienes la desafiaron ante la magnitud de lo visto y lo vivido.