Carlos Ruiz Zafón atendió algunas preguntas recogidas previamente por la editorial Planeta a través de la red social Twitter, aceptando el reto que le lanzó Andreu Buenafuente de tocar el piano que había en el escenario del edificio diseñado por el arquitecto Lluís Domènech i Montaner.

«La música es un entretenimiento y un divertimento», apuntó el escritor, a quien no le costó mucho arrancar un sincero aplauso del entregado público después de tocar dos piezas de un disco no venal que el escritor catalán preparó para esta ocasión.

En realidad, la música que Ruiz Zafón interpretó al «Steinway» para sus lectores es una muestra de lo que compone e interpreta para ambientar las novelas durante el proceso de su escritura.

Barcelona, José OLIVA

El barcelonés Carlos Ruiz Zafón se encontró ayer con más de un millar de sus lectores en el Palau de la Música, en un acto más propio del Hollywood que conoce bien el escritor catalán y en el que no faltó un breve concierto del autor al piano.

Pocos artistas pueden jactarse de haber actuado en los dos grandes templos barceloneses de la música, el Gran Teatro del Liceo y el Palau de la Música, y Ruiz Zafón es uno de ellos, aunque las arias y los duetos no sean su trabajo.

En 2008 reunió a 200 periodistas en el Liceo para presentar «El juego del ángel», la segunda entrega de su saga del Cementerio de los Libros Olvidados, y ayer hizo lo propio, en esta ocasión ante lectores, con el tercer libro de la tetralogía, «El prisionero del cielo», todos publicados por Planeta.

Zafón reiteró en una conversación con el presentador, el televisivo Andreu Buenafuente, que en la tercera entrega «empezamos a ver qué se oculta en esta saga; todas las claves de las dos anteriores novelas son reinterpretadas y ahora cobran sentido, y eso precipita la narración».

«El prisionero del cielo» arranca en la Barcelona de 1957, donde Daniel Sempere y su amigo Fermín, los héroes de la primera, «La sombra del viento», regresan de nuevo a la aventura, pero cuando todo empezaba a sonreírles, un inquietante personaje visita la librería de Sempere y amenaza con desvelar un terrible secreto que lleva enterrado dos décadas en la oscura memoria de la ciudad.

Al conocer la verdad, Sempere comprenderá que su destino le arrastra inexorablemente a enfrentarse con la mayor de las sombras: la que está creciendo en su interior.

«Con el tercer libro ya hemos llegado al fondo y ya ponemos la directa y nos deja a las puertas del cuarto volumen, en el que todo adquirirá un nuevo sentido, pero todavía quedan unas cuantas vueltas en la narración», advierte Zafón, que anuncia que el último volumen se publicará en un año y medio.

Ayer, víspera de Sant Jordi, festividad en que es costumbre regalar un libro y una rosa, la revista «Magazine» de LA NUEVA ESPAÑA publicó un cuento inédito del autor, «Rosa de fuego», en el que se plantea el origen del Cementerio de los Libros Olvidados y en el que sale, en palabras del propio Zafón, «un proto-Sempere».

El autor de «La sombra del viento» volvió a proclamar ante sus lectores su amor por su ciudad natal: «Intento reinventar Barcelona, no hacer un retrato fidedigno, sino transformarla en un personaje, siendo respetuoso con su realidad histórica», explicó.

Además reivindicó la capacidad que tiene la literatura para que la gente se evada de la difícil situación que hoy rodea a nuestra sociedad.

«Tengo la fortuna de poder vivir de la literatura, y me dedico a escribir, mi trabajo no es aparecer en la televisión», comentó, antes de confesar: «Intento que la gente disfrute y, viendo el panorama que vivimos, hacer que la gente sueñe y se lo pase bien». Admitió que la sociedad española actual no está peor que la de los años 40 y 50 que describe en su novela, «pero eso no es un consuelo, porque hoy estamos en 2012».

Piensa Zafón que «vivimos una perspectiva extraña, un momento en el que no sabemos bien qué pasa y tenemos la sensación de que todo está podrido y que nosotros somos los que pagamos los platos rotos», y ese momento podría ser «un final de ciclo y el inicio de otro, con unas perspectivas no demasiado buenas».