El interés de Luis Acosta por la arquitectura viene de lejos y es casi una constante en su proteica obra, tal y como subraya el crítico Javier Barón en un análisis de la trayectoria de este artista nacido en Mijares (Ávila) en 1952, aunque criado y formado en Gijón, donde estuvo a punto de ser ayudante de Piñole. Si a esa inclinación intelectual añadimos su pasión por el viaje como metáfora de la vida, tenemos dos de las claves que ayudan al espectador a acercarse a «Postcard», la exposición que inauguró ayer en la galería Gema Llamazares.

Todo buen aficionado disfrutará de esta casi treintena de obras que explora los caminos de una muy personal figuración, a la que Acosta volvió en 2006, después de romper con la abstracción. Asturianos en general y gijoneses en particular tienen elementos de interés añadidos en esta muestra, en la que el artista incluye, junto a su original acercamiento a algunos de los hitos arquitectónicos del llamado «movimiento moderno», obras en las que transmite su pasión por el Prerrománico o por varios de los edificios más populares de la ciudad, desaparecidos algunos y todos con alguna resonancia del «movimiento moderno»: la estación de Alsa, la Escalerona o la desaparecida pérgola del Muro, por dar sólo tres ejemplos. La exposición, de gran interés porque permite reencontrarse con un pintor importante en la historia del arte asturiano de las últimas décadas (reside en Toledo desde 1983), se completa con varios dibujos de sugerente trazo que son un guiño al mundo de las postales.

Los comienzos de Acosta fueron, como hemos dicho, los de un pintor figurativo. Desde una poética siempre personal (ahí está su serie «Portones», de principios de los 80), ha transitado por distintas vías que van desde el pop-art hasta la abstracción, pasando por posminimalismo. Pues bien, todas esas etapas están, de alguna manera, en «Postcard», donde junto a esos explícitos homenajes al «movimiento moderno» hay, asimismo, cuadros en los que las floraciones de colores ofrecen originales mapas territoriales que dialogan con las obras figurativas. Acosta se sirve del grafito, el acrílico y el lino para un recorrido en el que dibujo, cuadrícula, color, bordes del cuadro y sabia ornamentación que recuerda cierta estética oriental contribuyen a ofrecer una imagen siempre poderosa. No se pierdan, por ejemplo, la berlinesa «New National Galery», obra fechada en 2012, o «Aeropuerto internacional JFK», de un año antes. La ruta de vuelta a la figuración que ha emprendido el artista es también, como sucede con los viajes que importan, el hallazgo de un tesoro.