Entre leyes, códigos y reglamentos por un lado y tartas, cupcakes y galletas por otro se desarrolla el día a día de Aymar Galilea, una joven estudiante de quinto de Derecho en la Universidad de Oviedo y amante de la repostería. Su atracción por las elaboraciones más dulces de la gastronomía lleva camino de convertirse en algo más que una afición ya que, desde hace aproximadamente dos años, esta joven de 24 años actualmente en Roma con una beca «Erasmus» realiza por encargo tartas, galletas, cupcakes o macarons, dulces en su mayoría de origen americano que reflejan su personalidad -perfeccionista- y sobre los que vuelca altas dosis de exigencia. Porque si bien es rigurosa para obtener las mejores texturas y los más exquisitos sabores, es altamente meticulosa para lograr el aspecto más atractivo de sus trabajos, sea una compleja tarta de boda en la que invierte más de diez horas, unas galletas con motivos infantiles para festejar un cumpleaños, un nacimiento, una primera comunión, o unos cupcakes para una merienda.

Estos últimos, que presentan ciertas semejanzas con las magdalenas, están causando furor, sobre todo, entre la población femenina. Los cupcakes están formados básicamente por un bizcocho redondo y plano que se adorna con crema de mantequilla (buttercream) que adopta diferentes formas y colores y una pasta (fondant) que permite crear, gracias al uso de moldes, todo tipo de figuras. Y para hacer dibujos se utiliza la glasa, un preparado a base de azúcar y clara de huevo.

Tal es la moda que despiertan los cupcakes que en Asturias, al igual que en el resto de España, comienzan a proliferar los cursos para aprender cómo elaborarlos. Desde hace un año, Aymar Baliela organiza talleres de un día y cinco horas de duración. En este tiempo y en grupos reducidos, las asistentes -«siempre acuden mujeres, salvo en una ocasión en que vino un joven de 16 años», recuerda la aprendiz de repostera-, aprenden a hacer masas, buttercream y fondant; pero también a decorar con la manga, a hacer dibujos y a familiarizarse con instrumentos y herramientas como estecas, cortadores, colorantes, plantillas, rotuladores comestibles, boquillas y cápsulas o capacillos. Las participantes aprenden con rapidez, ya que «más que una tarea difícil de realizar es un trabajo creativo que permite desarrollar la imaginación», señala Aymar Baliela rodeada de Marta, Paula, María y Covadonga, algunas de sus últimas alumnas. Con todas ellas comparte trucos e intercambia información sobre dónde comprar al mejor precio uno o otro utensilio o alguno de los muchos accesorios existentes en el mercado para la presentación de los cupcakes: bandejas, cajas, latas que combinan con platos, tazas, fuentes o servilletas. Y tras la clase, el grupo disfruta de un tiempo de charla ante unos canapés, unas bebidas y, cómo no, unos cupcakes. También hacen fotos que posteriormente aparecen en el blog de Aymar Baliela (aymarpatisserie.blogspot.com), «un espacio para darme a conocer y en el que muestro algunos de los encargos».

Los primeros pedidos que llegaron a la cocina de Aymar Baliela lo hicieron de la mano de sus amigos y familiares; poco a poco, a través del blog y del boca a boca, los encargos fueron aumentando. Y así lo que empezó siendo un entretenimiento, sobre todo a los ojos de sus padres, está adquiriendo matices más serios; tanto que ya tiene los ojos puestos en un local en el barrio de la Florida, en Oviedo, donde abrirá un negocio que se llamará Ma Petite Patisserie, el nombre con el que ya es conocida. En él ejecutará los encargos que hasta ahora realiza en su casa, donde junto a su madre, en medio de masas, cremas y demás elaboraciones, dio los primeros pasos en el campo de la repostería. Es ésta una afición heredada, al igual que la abogacía, ya que asegura que tanto su madre como su abuela materna tienen buena mano con los dulces: «Todos los domingos mi abuela nos tenía un postre». Ahora es la nieta la que se encarga de esta tarea. «Le llevo alguna cosita y me encanta verla, a sus 91 años, comer mis cupcakes», dice.

El final de los estudios universitarios está para Aymar Baliela a la vuelta de la esquina. Una nueva etapa de su vida la espera y seguram