Oviedo, Javier NEIRA

Benedicto XVI acaba de cumplir siete años de pontificado con las ideas claras y la mano firme y, quizá por eso mismo, entre sonoras protestas por las sanciones o las cautelas que aplica a los consagrados o laicos que rozan la heterodoxia.

En medios críticos se recuerda una vez más que llegó a la cátedra de Pedro con el sobrenombre de «rottweiler de la fe» por la escasa flexibilidad que había mostrado durante los 24 años anteriores en que estuvo al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe que, siempre se recuerda con intención, es la institución heredera del Santo Oficio, de la Inquisición, aunque ciertamente se trata de instancias y tiempos bien distintos.

En todo caso, el papa Benedicto XVI no ceja en su decidida labor pastoral, paralela a su tarea de centinela de la ortodoxia, y ayer mismo pidió rezar por las vocaciones, para que todos los jóvenes estén atentos a la voz de Dios, que «interiormente habla a su corazón y los llama a desprenderse de todo para servirle». El Pontífice hizo este llamamiento ante miles de fieles que acudieron a la plaza de San Pedro, en el Vaticano, al rezo del Regina Coeli, que sustituye al ángelus dominical en tiempo de Pascua, tras ordenar a nueve sacerdotes provenientes de seminarios de la diócesis de Roma.

«Ése es el objetivo de la Jornada mundial de la oración», que se celebraba ayer, agregó el Pontífice. El Papa tiene críticos pero también seguidores, no hay duda.

Entre las últimas medidas disciplinarios del Vaticano destaca el encargo a un arzobispo norteamericano para que imponga una reforma integral de la mayor agrupación de monjas de Estados Unidos, a la que acusa de «graves desviaciones doctrinales» por oponerse de alguna manera a la doctrina oficial en materia de sacerdocio y de homosexualidad. Asimismo se rechaza «la prevalencia» entre esas monjas «de ciertas ideas feministas radicales incompatibles con la fe católica en algunos de sus programas y presentaciones».

Se trata de la Conferencia de Liderazgo de Mujeres Religiosas, creada en 1956, que reúne a 1.500 superioras y que representan a un 80 por ciento de las 57.000 monjas que residen en EE UU. El Vaticano ordenó una revisión de sus actividades en 2008, al recibir quejas por supuestos desvíos doctrinales.

También se ha proclamado recientemente una orden de silencio contra cinco sacerdotes irlandeses que no estaban de acuerdo en cuestiones de matices o incluso de más calado en torno a la prohibición de la ordenación de mujeres y también sobre el celibato, dos de las cuestiones más debatidas en las últimas décadas dentro y fuera de la Iglesia pero sobre las que la doctrina oficial no ha variado ni un ápice. Si los innovadores insisten en sus tesis, pueden verse sancionados, sobre todo en el caso de profesores de teología -siempre los más activos en esas lides- o sencillamente reducidos al silencio como paso previo, si insisten, a otras medidas más graves.

Y es que Benedicto XVI siempre pone especial énfasis en la pureza de la doctrina y de sus transmisores, los sacerdotes. Como ayer mismo dijo de forma solemne, «el Señor llama siempre, pero nosotros no escuchamos. Estamos distraídos por muchas cosas, por otras voces superficiales y, además, tenemos miedo de escuchar la voz del Señor porque pensamos que puede quitarnos nuestra libertad». Benedicto XVI añadió: «Los jóvenes que acaban de ser ordenados sacerdotes no son diferentes de otros jóvenes, sino que han sido tocados profundamente por la belleza y el amor de Dios y no han podido hacer otras cosa que responder con toda su vida. Recemos por la Iglesia, por todas las comunidades locales, para que sean como un jardín regado en el que puedan germinar y madurar todas las semillas de vocación que Dios esparce con abundancia». Evidentemente no deja mucho sitio, guste o no, para desviaciones respecto al mensaje central de la Iglesia.

En medios desafectos a Benedicto XVI, sea por su postura firme sobre el celibato, la hipotética ordenación sacerdotal de las mujeres o cuestiones dogmáticas aún de más calado, se indica que, como contraste a la inflexibilidad del Papa en estos temas, existe una gran comprensión respecto a sectores ultra, preconciliares y retardatarios. El caso más conocido y que se suele airear cíclicamente son las relaciones con los seguidores de monseñor Lefebvre, paradigma del más tradicional conservadurismo. En los últimos tres años se han intensificado las conversaciones entre Roma y ese grupo de católicos rebeldes que discrepa en materia de liturgia, que no ve con buenos ojos el aperturismo ecumenista y que rechaza el concepto moderno de libertad religiosa, plenamente aceptado por el Vaticano.

Hace tres años el Papa levantó la ex comunión a cuatro obispos lefebvrianos aunque, al menos uno de ellos, niega la existencia del Holocausto, una cuestión a la que un pontífice alemán es especialmente sensible. Desde el pasado otoño, los seguidores del obispo cismático han sido invitados formalmente a regresar al seno de la Iglesia católica, las conversaciones para que acepten el núcleo de la ortodoxia vaticana están muy avanzadas y todo indica que en un breve plazo de tiempo se llegue a un acuerdo público. El contraste con la rigidez respecto a otros sectores y posturas se verá amplificado el día en que se cierre la cuestión lefebvriana. Amplificado y denunciado.

Ítem más. Benedicto XVI ha rechazado reunirse con monseñor Helmut Schuller, que fue vicario general de Viena y que, pronto hará un año, suscribió el llamamiento titulado «Apelo a la desobediencia» donde pide a Roma una reforma de la jerarquía eclesiástica.

En la Edad Media los grandes guardianes de la ortodoxia eran los dominicos, inquisidores y en todo caso con una sólida preparación teológica. Algunas hipótesis consideran que el nombre de la orden hace alusión, crípticamente, a Domini canes, perros de Dios, por su fidelidad y valentía en la defensa de la doctrina cristiana. La orden de predicadores considera que es sólo un juego de palabras, pero ciertamente entonces, y quizás ahora también, un fraile de verdadera fe no rechazaría esa denominación porque, a fin de cuentas, no hay mejor oficio para un creyente de verdad. Por eso quizás al Papa no le moleste que lo denominen «rottweiler de la fe»; antes bien, puede considerar que es un honor y un título de gloria.

Ayer dijo que «Jesús insiste en la característica esencial del verdadero pastor: la de dar la propia vida» y subrayó «la figura bíblica del rey pastor, que comprende principalmente la labor de conducir el pueblo de Dios, de mantenerlo unido y guiarlo». U pastor alemán más que un rottweiler, y a mucha honra.