En el cuestionado Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Barcelona predominan los colores azul y blanco y su aspecto interior no difiere mucho de una casa de colonias, pero con rejas por todas partes, con un menú diario saludable, sin productos derivados del cerdo ni alcohol.

Un centenar de periodistas han podido hoy pasearse por primera vez en España por el interior de este centro de internamiento, una suerte de "cárcel" donde los inmigrantes sin documentación o con condenas esperan su deportación.

Mientras dura la visita, los 129 inmigrantes que hoy están internos en este CIE, que tiene una capacidad para 236, están confinados en el patio y hacen gestos a los periodistas. Primero se pasa por la sala de control y los locutorios de visitas, donde los inmigrantes departen con sus abogados o reciben a sus familiares.

La primera puerta-verja se abre para acceder a la sala de recepción de los internos, enfrente de la cual está la enfermería, donde una doctora -que sólo visita por la mañana- y tres ATS atienden entre las ocho de la mañana y las 10 de la noche.

Hay dos consultorios, que son como los de cualquier ambulatorio de la seguridad social, quizás un poco más pequeños. "Al entrar se les hace una revisión", explica a Efe el comisario Ramón Francisco Alguacil, jefe de la Brigada de Extranjería y Documentación de la Policía Nacional en Barcelona, que hace hoy de anfitrión y guía por la instalación.

Las habitaciones -"no son celdas, son habitaciones", repite el comisario- están en el primer piso, tienen rejas, van numeradas B-16, B-17, B-18... y son lo más fotografiado y filmado del centro.

Las hay de cuatro y seis camas, todas en literas, y tienen una pila lavamanos de acero cada una. Los baños están en el pasillo y también son de acero inoxidable. Llama la atención que las luces están blindadas con rejas y tienen los tornillos soldados.

"Es para que no las cojan para lesionarse", explica un agente acostumbrado a todos los intentos para evitar las expulsiones. Las literas son de un azul intenso, que se hace más llamativo con las mantas, también de color azul intenso. Algunas toallas y varias chaquetas cuelgan del armazón de las literas, desalojadas para la visita de los intrusos periodistas.

En la planta baja, junto a un gran comedor con mesas blancas, está la cocina. En la puerta, Zoilo González explica que es el cocinero jefe, que lleva 24 años dando de comer a los internos del CIE, 20 en el antiguo centro de La Verneda y 4 en este más moderno.

El menú es variado cada semana, y saludable, como el de las casas de colonias. Hoy, lunes, para comer hay lentejas estofadas, escalopa con aros de cebolla y naranja, y para cenar sopa de pollo, buñuelos de bacalao y patatas fritas.

"Les preparamos carne y pescado, comen bien y saludable, lo único que no hay nunca es cerdo ni alcohol", se afana a suscribir el simpático cocinero, que no explica que es por razón de la religión (musulmana) de muchos de los internos.