La obesidad es el trastorno nutritivo crónico más frecuentemente observado en Pediatría. Se calcula que unos 155 millones de niños en el mundo son obesos, de los cuales entre 30 y 45 millones corresponden a niños europeos. Aun siendo cifras ciertamente alarmantes, aun lo es más la tendencia observada en los últimos años, con un aumento constante desde hace tres décadas.

Hasta hace relativamente poco tiempo, veíamos reportajes en televisión donde se nos mostraban imágenes de niños y adolescentes americanos y al ver la cantidad de obesos nos reconfortábamos pensando que nuestra situación era otra y que nuestra maravillosa dieta mediterránea nos protegía de todos los males. Actualmente, en los Estados Unidos, un 17% de los niños de edades comprendidas entre los 2 y los 19 años son obesos. En España, los resultados del estudio Aladino (Alimentación, Actividad física, Desarrollo infantil y obesidad), realizado bajo el auspicio del Ministerio de Sanidad en aproximadamente 8.000 escolares, muestran que casi uno de cada cinco niños de edades comprendidas entre los 6 y los 10 años de edad, son obesos.

En Asturias, tenemos razones para sentirnos igualmente preocupados. En un proyecto coordinado por la Asociación Asturiana de Pediatras de atención primaria, se estudiaron casi 40.000 niños de edades comprendidas entre los 6 meses y los 13 años. En el grupo de mayor edad, casi uno de cada cuatro escolares estudiado tenía exceso de peso. Además, en un estudio realizado en Oviedo, se ha observado que la prevalencia de obesidad prácticamente se había duplicado en un período de 14 años al comparar la población de cinco centros escolares a lo largo del tiempo.

Dado que el tratamiento del niño y adolescente obeso es ciertamente problemático, que la obesidad es responsable de múltiples complicaciones (hipertensión, diabetes, apneas, problemas ortopédicos, etc.) ya detectables en la infancia, y que el niño obeso tiene grandes posibilidades de convertirse en un adulto obeso, los pediatras consideramos que se deben realizar esfuerzos fundamentalmente en su prevención.

El servicio de pediatría del Hospital San Agustín de Avilés, en colaboración con los colegios públicos Villalegre y El Quirinal, puso en marcha un programa de prevención en el que se desarrollaron estrategias dirigidas a mejorar la actividad física, disminuir las actividades sedentarias y mejorar los hábitos de alimentación de los escolares mediante talleres prácticos con los niños, reuniones con los profesores para que estos desarrollaran conceptos saludables en el aula y reuniones informativas sobre los mismos aspectos dirigidas a los padres. Al finalizar el proyecto, los niños del Colegio Villalegre (grupo de intervención) habían mejorado significativamente su índice de masa corporal y la calidad de su dieta.

Recientemente, una revisión de la prestigiosa Colaboración Cochrane ha analizado 37 ensayos clínicos realizados en un total de 2.800 niños que demuestran la eficacia de las medidas preventivas contra la obesidad infantil aplicadas entre los 6 y los 12 años de edad. Como medidas más eficaces a desarrollar propone las siguientes: desarrollo de contenidos curriculares que incluyan alimentación saludable, actividad física e imagen corporal; aumento del número de sesiones de actividad física y desarrollo de habilidades fundamentales de movimiento a lo largo de la semana escolar; mejoría de la calidad nutricional de los alimentos ingeridos en los comedores escolares; ambientes y prácticas culturales que apoyen el que los niños consuman alimentos más sanos y que sean activos a lo largo de todo el día; apoyo a los profesores para implementar actividades y estrategias de prevención en el aula.

Estas medidas son sencillas, son eficaces y no tienen efectos secundarios. La sociedad en su conjunto es responsable de que estas iniciativas se lleven a cabo. Todos (autoridades, docentes, sanitarios, medios de comunicación, empresas de alimentación, etc.) tenemos nuestra cuota de responsabilidad y no podemos esquivarla. Del éxito en la aplicación de estas y otras medidas depende que la generación actual no sea la que por primera vez en la historia tenga una esperanza de vida menor a la de sus padres.