Oviedo / París

El último premio Nobel de Medicina está envuelto en la polémica. Uno de los ganadores, el inmunólogo francés Jules Hoffmann, ha sido acusado de atribuirse una investigación ajena. El dedo acusador corresponde a Bruno Lemaitre, otro inmunólogo que trabajó en uno de los grupos del laboratorio que dirigía Hoffmann, el de Jean-Marc Reichhart.

La polémica no es baladí. El galardón incide en un campo científico de notable relevancia industrial, pues abre la puerta al posible desarrollo de una nueva generación de agentes antimicrobianos. El Nobel recayó en Hoffmann y otros dos colegas, cuyo mérito consiste en descubrir los mecanismos de la inmunidad innata, una primera línea de defensa contra virus, bacterias, hongos y gusanos.

La Academia sueca destacó que Hoffmann -ex presidente de la Academia Francesa de Ciencias- es el artífice del hallazgo de las claves del sistema utilizando la mosca «Drosophila». Sin embargo, Lemaitre argumenta que no fue Hoffmann, sino él mismo (por entonces, investigador posdoctoral) quien efectuó esos experimentos. Lemaitre precisa que llevó a cabo esos trabajos contra la voluntad de su jefe, quien no mostró el menor interés en su estudio hasta la hora de firmar el artículo clave en la revista «Cell».