La feroz competencia en el mercado de las revistas de información general ha convertido al primer presidente negro de Estados Unidos en el «primer presidente homosexual». Para que eso sucediera, sólo hizo falta que la directora del semanario «Newsweek», Tina Brown, diese por iniciado el juego de las portadas polémicas con el fin de intentar contrarrestar el éxito de «Time», su mayor competidora, que había elegido como foto principal de una publicación anterior a una mujer amamantando a su hijo de tres años.

El caso es que en Estados Unidos no se ha dejado aún de hablar de la portada de «Time» y en cuanto a «Newsweek», sus ventas subieron un 30 por ciento al citar en titulares a Barack Obama como «The first gay president», cuatro días después de que el inquilino de la Casa Blanca se declarara partidario de favorecer la unión civil de personas del mismo sexo.

En su edición del 21 de mayo, «Newsweek», que se caracterizó por un aparente rigor informativo y conceptual, muestra una foto de Obama con una aureola arco iris, el símbolo elegido para sus banderas por los grupos militantes de homosexuales, bisexuales y transexuales.

Andrew Sullivan, político, bloguero y homosexual, autor del artículo de las páginas interiores que justifica la portada, explicó que Obama había tenido que descubrir su identidad como negro y luego reconciliarla con su familia blanca, de la misma manera que los homosexuales descubren su identidad y tienen también que hacer lo propio con su familia heterosexual. Pillado por los pelos, como se suele decir, no es, desde luego, un silogismo demasiado brillante. Probablemente Tina Brown, con su frase «que empiece el juego de las portadas», ha resultado más convincente ante la opinión pública, que sabe lo que es esperar de las revistas ágiles respuestas a las leyes de mercado en detrimento del rigor.

Aunque el reclamo haya funcionado, Barack Obama no es el primer presidente homosexual por estar dispuesto a apoyar leyes que favorezcan la unión o el matrimonio de homosexuales. Como no lo era Zapatero, que se adelantó en España. Del mismo modo que Abraham Lincoln no fue el primer presidente negro por defender a esa raza y abolir la esclavitud. Ni siquiera Obama puede considerarse el primer presidente negro, puesto que es mulato como recuerda Andrew Sullivan en sus extravagante reflexión. Pero Tina Brown sí sabe por qué elige una portada polémica en medio de la crisis que sacude al mundo de las publicaciones.

«The New Yorker», el multidisciplinar y elitista semanario neoyorquino, rehusó en 2009 publicar en una de sus prestigiosas portadas una ilustración de Robert Crumb de un drag king y una drag queen ante el registro en busca de licencia matrimonial, después de que David Remnick, el director, no la considerada adecuada para la línea de la publicación. Naturalmente no se trataba de homofobia, como más tarde explicó Crumb, sino de todo lo contrario: temor a ofender a los homosexuales. Crumb desveló en la revista «Vice» que jamás había recibido explicaciones de «The New Yorker» de por qué el dibujo no se publicó. La única respuesta fue el silencio y un talón para cobrar una cantidad importante de dinero, dado que la ilustración no tenía más destino que el solicitado.

A nadie se le habría ocurrido pensar que Crumb, que sigue recibiendo como otros grandes ilustradores las sugerencias de trabajo de la revista, dibujaría una pareja asexuada de mariquitas. Las paredes del despacho de Remnick están forradas con las portadas que «The New Yorker», que se imprime desde 1925, encarga y finalmente no se decide a publicar. Crumb, padre del cómic underground y al que estos días se rinde París con una antológica, antes de comprometerse de nuevo con la revista neoyorquina, querría saber cuáles son los criterios por los que Remnick elige las obras que decoran las paredes de su oficina. Simplemente.