El «Intermezzo» de «Manon Lescaut» de Puccini -siempre que la orquesta de ópera abandona el foso y se sube al escenario adquiere mayor anchura y por tanto aumenta su impacto como fragmento sinfónico de concierto en el que se convierte lo que interpreta-, abrió un programa en el que la música de ópera sirvió de marco al principio y al final del concierto de la orquesta Oviedo Filarmonía, aunque éste contó con una protagonista absoluta, la violinista Midori.

En el «Concierto para violín nº 1», op.15 de Britten la afamada violinista arrancó de la composición intensidad dramática profunda, empleando un sin fin de recursos violinísticos que son imprescindibles para ejecutar una obra con precisión, pero que, en manos de un virtuoso son empleados como un lenguaje para mostrar no solo el orden sino el significado de la música, como sucede en un aria de ópera.

La interpretación contuvo la respiración de los asistentes, a lo que contribuyó muy mucho que la riqueza y variedad de matices estuvieran unidos por una lógica plenamente convincente.

En el Britten no hay frases aisladas, hay una sucesión del discurso al que, además, Midori aportó su personal colorismo violinístico. Lisura en la sonoridad, «misura» en el concepto -en justa medida y moderación-, con una Midori en plenitud violinística. De propina la solista ofreció la Fuga de la Sonata nº 1 en Sol menor BWV 1001 de Bach, huyendo de planteamientos estilístico, en una versión extraordinaria, personal en fraseo y dinámicas.

La segunda parte resultó algo más edulcorada -menos densa que el Britten, naturalmente-, por la propia esencia de las obras, los «Valses nobles et sentimentales» de Ravel y el «Capriccio sinfonico» de Puccini. En ambas composiciones orquesta y director -que dirigió de memoria-, encontraron el espacio para poner a prueba su concentración y la capacidad para mostrar sutiles matices -que abundan y mucho en los «Valses nobles et sentimentales»-, y en un Puccini que se define mas que establecerse, y que contiene en espíritu y citas la evocación operística más cercana.

Conti y su orquesta interpretaron fuera de programa el «Intermezzo» de «Caballeria rusticana» de Mascagni, que fue muy del agrado del publico por su oportunidad, belleza y comunicativa interpretación.