Oviedo, Javier NEIRA

El público asturiano adora al maestro Gustavo Dudamel así que en dos tandas le dedicó ayer casi diez minutos de aplausos. Dos mil personas ovacionando al director venezolano y a la magnífica Sinfónica de Gotemburgo con un programa que ganaría a cualquiera.

Arrancaron con el «Don Juan», de Strauss, que Dudamel -dirigiendo da el tipo de Beethoven según ha quedado descrito- con el poderoso y disciplinado instrumento orquestal en sus manos no necesitó exagerar para llenar la sala de sonoridad. Un remanso de paz llegó con la sinfonía «Redoble de timbal», de Haydn, y ya en la segunda parte «Así habló Zaratustra», del propio Strauss, que en manos de Dudamel sonó a investigación, nobleza y seriedad. Como propina, el intermedio de «Cavalleria rusticana», de Mascagni, y, claro, más y más ovaciones. La presión del público obligó a abrir la sala polivalente. La operación supone un coste no inferior a los 6.000 euros. Participantes en el congreso de enfermería de salud mental ocuparon 250 localidades. Por cierto, desde la sala polivalente algunos espectadores hicieron repetidas fotos con flash y de cara al director, que sin embargo ni se inmutó.

El maestro Dudamel y la Sinfónica de Gotemburgo tuvieron que seguir un complejo plan estratégico para sortear cualquier problema relacionado con la huelga general. El miércoles por la noche, tras el concierto ofrecido en La Coruña, salieron en avión hacia Asturias en vez de quedarse a dormir en la capital gallega como estaba previsto. Llegaron al aeropuerto de Santiago del Monte pasadas las doce de la noche. No les pusieron una escalerilla para bajar del avión -ya estaba en curso la huelga- así que tuvieron que descender por un dispositivo de emergencia. Ante la falta de transporte, ayer fueron a pie desde el hotel AC Forum, en la losa de la Renfe, hasta el Auditorio. Los músicos, estoicos, aceptaron de buen grado las incomodidades.