Quedan todavía otros tres platos de fuerte sabor. Los hermosos jarrones de la Fábrica de Loza La Asturiana, de El Natahoyo. Las obras de Amador, donde podemos aprender cómo los modernos escultores preparan sus obras sobre el papel. Y arriba del todo, el famoso «Retablo del mar», de Sebastián Miranda, con los tipos y gentes del Gijón marinero, con sus barcas y rula.

Entre Acosta y Ciria en la galería de Gema Llamazares

Desmontando la exposición de Luis Acosta, está ya muy avanzada la nueva de José Manuel Ciria, una gran antológica que ocupará los dos espacios adyacentes de la galería, con unos 120 cuadros. Aquí está el Ciria abstracto de los vertidos, con sus peculiares colores muy vivos y formatos variables, que van desde el políptico integrado en un solo lienzo hasta los polípticos separables. Y está también el Ciria más reciente, el de las caras humanas pintadas a la manera de las imágenes del test Rorschach. Las hay de gran tamaño y otras pequeñas, unas en blanco y negro y otras en color. Entre todas suman 40. Son verdaderos retratos expresivos, algunos dedicados, como el de Saura. Cabezas humanas de bocas y ojos llenos de asombro. Con mapas recortados o similares líneas en la cara y en la cabeza.

No podemos suponer que el pintor Ciria pretenda realizar un homenaje a los calvos, o le eche un pulso a la ciencia médica, a ver si acaba con la calvicie de una vez y se forra hasta el fin de los tiempos; sino que necesita toda la cabeza a la manera de globo terráqueo, toda la piel posible a su disposición; pero ciertamente sucede que si pinta a la manera del test Rorschach es porque estamos muy enfermos, metidos en nuestros propios mundos, en esta sociedad de consumo en plena quiebra.

La exposición de Ciria se inaugura el 13 de abril con una conferencia a las siete de la tarde en el salón de actos de la Biblioteca Jovellanos, impartida por Carlos Delgado Mayordomo (Madrid, 1979), historiador, crítico de arte y comisario de exposiciones. Esta exposición de Ciria genera en Gijón turismo madrileño de arte.

En la galería de Gema Llamazares se pueden ver también las nuevas obras de Francisco Fresno y varias piezas imantadas de Herminio.

El realismo mágico de López Herrera en Van Dyck

En la sala de arte Van Dyck reina la finura y la sonrisa de Manuel López Herrera, en su ya séptima exposición monográfica que celebra en esta galería gijonesa de mucho prestigio. Las obras de López Herrera se adscriben al llamado «realismo mágico». Un realismo amable, gracioso y simbólico. Un presente que dialoga con el arte del pasado, en especial el Renacimiento, y se mide con él puesto en el otro platillo de la balanza. Las «nubes bajas» pueden estar prendidas en la cabeza de una mujer que sueña. Y la Battista Sforza, esposa del duque de Urbino, Federico de Montefeltro, pintada en su triunfo por Piero della Francesca hacia 1470, puede convertirse en una «caddie» que lleva los palos del campo de golf en «Caminito». Las banderitas señalarían los hoyos y el propio faro con sus adosados en la base o los esbeltos cipreses en tan amable y paradisiaco recorrido aluden igualmente a los palos de golf. Símbolos claros leemos también en «Derecha izquierda». A un lado, el coche de alta gama aparcado a la puerta de una mansión. Y de otro, los obreros entrando y saliendo de la factoría. A esta muestra de López Herrera saldrá en «La Vanguardia» de Barcelona y en el próximo número de la revista «Ronda Iberia».