Palamós (Gerona), Carles TORRAMADÉ

Hace 54 años, el 23 de julio de 1958, el ciudadano alemán Hans Engelhorn compró en Madrid, por un millón de pesetas, un claustro románico que al año siguiente fue instalado en un idílico paisaje en la localidad gerundense de Palamós, concretamente, en la finca «Mas del Vent». Y allí, plantado, en silencio, sin ningún ajetreo, sólo visitado por gente del entorno o amigos de la propiedad y desapercibido para las administraciones, permaneció hasta que el catedrático de Historia de Arte Medieval de la Universidad de Gerona Gerardo Boto (León, 1967) lo redescubrió en el número de verano de 2010 de la edición francesa de la revista de arquitectura «AD». El reportaje incluía una imagen del claustro. Boto reveló el «hallazgo» en unas jornadas celebradas en la Universidad de Barcelona.

La fotografía de Vincent Leroux despertó el interés de Boto por una estructura que no aparecía en ninguna catalogación del Románico hispánico, e inició la tarea para descubrirla y evaluar el tesoro, desde la óptica académica. Su empeño por ver la galería caustral in situ topó con la negativa de la propiedad a permitirle el acceso al interior de la finca. Así, los únicos recursos que le quedaron al alcance de la mano fueron la imagen de la revista (de gran resolución, que le permitió escudriñar detalles de los capiteles y relacionarlos, e identificar algunos, principalmente con el monasterio burgalés de Santo Domingo de Silos), la serie de fotografías tomadas en 1959 mientras se montaba el claustro en la finca palamosina, que guarda el Archivo Municipal de Palamós, y lo que se podía apreciar a través del Google Earth, con el impedimento del pinar que protege el conjunto de las visitas aéreas.

Vecinos de Palamós han reconocido estos días tener conocimiento desde hace años de la existencia del claustro e incluso de haberlo visto. «De pequeño había entrado en la casa con los albañiles. Recuerdo haber visto unos arcos que trajeron de fuera», rememora Josep, un vecino que ronda los setenta años. Un profesor gerundense de Historia Contemporánea, que prefiere guardar el anonimato, reconoce haber visto el claustro hace unos años: «Estuve allí. Lo miré con detalle. No soy experto en historia medieval, pero mi impresión fue que una parte era auténtica y otra no».

En 2010, Amigos del Románico publicó un artículo de Boto en el número 11 de la revista «Románico». Con el título «De Silos al Mediterráneo. El último claustro románico inédito de España», el profesor desmenuzaba lo que había descifrado a través de las imágenes: los capiteles, muchos de los cuales recuerdan o son idénticos a los de Silos, iconografía propia del Románico de Castilla e incluso las posibles medidas de la longitud de las dos galerías apreciadas.

Si Boto chocó con la negativa de la propiedad (el claustro actualmente pertenece a Kurt Alexander Engelhorn, sobrino del comprador, a pesar de que la propiedad de la finca es de la mercantil Explotaciones Agrícolas y Forestales Brugarol, con sede en Barcelona y propiedad de una sociedad radicada en Panamá), el presidente de Amigos del Románico, Juan Antonio Olañeta, reconoció estos días que las administraciones con las que se había puesto en contacto en 2011 para informarles del hallazgo y la posibilidad que pudiera ser un claustro auténtico que mereciera protección administrativa tampoco mostraron un interés reseñable. Según Olañeta, «no ha sido hasta ahora, que ha aparecido en los medios de comunicación, que se han puesto en marcha para intentar acceder al claustro».

Y no le faltó razón. Este martes, el diario «El País» publicó la existencia del claustro a raíz de una conferencia que Gerardo Boto dio en Barcelona acerca del conjunto escultural que se halla en Palamós. El interés mediático por un posible claustro románico del siglo XII perdido, olvidado, se disparó.

Ese mismo día, la Generalitat reaccionó y acudió a los Juzgados para lograr un permiso para acceder a la finca. Asimismo, el director general de Patrimonio del Gobierno catalán, Joan Pluma, manifestó que anteriormente ya se habían puesto en contacto con la propiedad, sin respuesta alguna. Al día siguiente, miércoles, Boto y Olañeta ofrecieron una rueda de prensa en la que el profesor reconoció que la información de la que disponía sobre el conjunto eran «datos recabados casi de modo detectivesco».

Boto destacó la posible importancia histórica del hallazgo, además de situarlo como uno de «los más relevantes de los últimos años» en arte románico. Situó su origen en Castilla y apuntó que tenía dos posibles monasterios en que el claustro podría caber. Sin embargo, no quiso citarlos porque no disponía de las medidas exactas del de Palamós. También hizo hincapié en que, si bien la ubicación de la galería claustral en la finca de la Costa Brava era conocida por algunas personas, no era menos cierto que había existido silencio a su alrededor, sin que esa información hubiera trascendido. Además, destacó que el desconocimiento no llegaba desde la actualidad al año 1959, sino que se ampliaba mucho más, ya que no estaba en ningún catálogo ni obra sobre el Románico, por lo que este vacío podía prolongarse hasta mediados del siglo XIX con las desamortizaciones eclesiales.

Al atardecer, fue Explotaciones Agrícolas y Forestales Brugarol, S. A. quien se pronunció: informó de que al día siguiente técnicos de la Generalitat podrían acceder a la finca para estudiar el conjunto, cuya existencia jamás había sido ocultada por sus propietarios, aunque «siempre ha puesto en duda» la autenticidad de la obra, a raíz de una carta de una conservadora del museo Metropolitan de Nueva York experta en arte medieval, en que expresaba sus dudas sobre la originalidad. La propiedad también convocó a los medios de comunicación a una visita para el viernes. Los técnicos de la Generalitat se pronunciarán en las próximas semanas.

Y llegó el viernes. Veinte minutos antes de la hora acordada, televisiones, radios y prensa escrita ya estaban en la finca. También Olañeta, acreditado por la revista de la entidad que preside, y el catedrático Boto, que así cerraba el círculo que había iniciado dos años antes y podría comprobar con sus ojos lo que había visto en imágenes.

El profesor de la Universidad de Gerona aguardó en el último turno para entrar en la finca. No se le veía tenso ni precipitado, pero su rostro cambió cuando accedió al lugar en que se montó en 1959 el claustro: en medio de un pinar, con dos pequeñas piscinas y con el Mediterráneo al fondo. Acogedor y digno de una mansión de 22 hectáreas que se alquila para eventos a precios desconocidos y en el que hay distintas explotaciones agrarias (viñedos, frutales, frutos secos...).

«Abrumado», se confesó Boto, instantes antes de acceder al lugar que había visto una y otra vez a través de imágenes. Ahora podía tocarlo. Acosado por los medios, no quiso pronunciarse sobre la autenticidad del claustro por respeto a la investigación de los técnicos de Cultura, pero su semblante lo delataba: júbilo, emoción. Manifestó que este claustro era un «hallazgo trascendente» y que ayudaría a «reescribir» algunos elementos del Románico hispánico. Y antes de ponerse a tomar medidas con un medidor láser y estudiar el claustro, sentenció: «Es como si viéramos el hijo grande del monasterio de Silos».

Josep Comas, representante del consejo de administración de Explotaciones Agrícolas y Forestales Brugarol, S. A., estuvo presente en la visita y explicó que no habían permitido el acceso de Boto anteriormente porque «se deja a organismos competentes». También reconoció que no hay ninguna voluntad de desprenderse del conjunto arquitectónico y que, si la normativa lo exige, permitirán que sea visitable.

A juicio de Olañeta, no cabe duda de que los capiteles fueron esculpidos durante el Románico. De igual modo se manifestó la Fundación Santa María la Real (centro de estudios del Románico que también estuvo presente en la visita), aunque unos y otros precisaron que elementos estructurales como columnas, machones o arcos podrían ser posteriores. Cuatro días han bastado para recuperar la memoria de este claustro románico después de 53 años de silencio en Palamós y otros muchos anteriores. Persiste la duda sobre su procedencia original. Dos expertos en Románico, el profesor de Historia del Arte de la Universidad de Burgos René Jesús Payo y el investigador Félix Palomero, han apuntado a que el claustro podría pertenecer al del monasterio burgalés ya desaparecido de San Pedro de Gumiel de Izán. Una hipótesis que Boto no descarta.