Tanto yo como mi madre Tere y mis hermanos Joaquín, Rodrigo y Maite, quisiéramos expresar nuestro profundo agradecimiento a todos los que estáis acompañándonos en tan duros momentos.

Brevemente, quisiéramos añadir algunas palabras a lo ya escrito por sus compañeros de aventuras a lo largo de su vida profesional, tal como ya lo ha constatado la prensa asturiana de hoy.

No existen palabras para empezar a describir a mi padre, pero sí muchos recuerdos entrañables que siempre permanecerán con todos nosotros tanto de nuestra casa de aquí, en Oviedo, como de la del puerto de San Isidro, y de los hospitales de Oviedo, Gijón y Riaño, la Hermandad de Donantes de Sangre, el RIDEA, el Foro Jovellanos, sin olvidarnos de los innumerables rincones escondidos de la geografía asturiana a los que tanto amó y dedicó su labor como etnógrafo y humanista.

Muy a pesar de la congoja que todos llevamos dentro de nosotros en estos momentos, mi padre no se ha ido y nunca se irá, ya que son muchas las cosas que hizo de buena fe y mucha la gente que tuvo el placer de conocerle y ser agraciada por sus abundantes dones como persona, médico y escritor.

Prueba de ello lo sois todos vosotros, hoy aquí reunidos. Vosotros demostráis que Joaquín permanecerá muy cerca de nosotros, siempre sonriente y dispuesto a ayudar a quien sea. Como muy bien resume mi hermano Joaquín, «el mio pá ye el paisano más bueno del mundo».

Muchas gracias.

Félix Fernández Alonso, hijo mayor de Joaquín Fernández García, leyó ayer este discurso al término del funeral por su padre.