La demanda de Pruno 2010, un buen vino de Ribera de Duero de 15 euros, con una producción de más de 200.000 botellas de la bodega Finca Villacreces, se ha disparado tras los 94 puntos otorgados por Robert Parker.

El británico Neal Martin, hombre de catas y de confianza del célebre gurú en España tras la salida polémica de Jay Miller, ha demostrado con esta calificación su aprecio por los modestos. Martin confesó que algunos de ellos eran más satisfactorios que otros metidos en años, debido al exceso en la utilización de roble nuevo por parte de algunos bodegueros.

Parker auguró hace años que España se convertiría en una gran potencia vinícola gracias a la calidad y variedad. El vino, para su gurú, lo es o no lo es. No caben medias tintas, ni tintos medios. En el universo enológico de Parker no tienen nada que hacer los vinos que se salen de la norma que encierra un acusado gusto por el vigor y la agresividad. En Burdeos se le quiere. En Borgoña no tanto. Parker ha dado la espalda a la tradición, que considera excesivamente conservadora. De manera que en su canon no hay lugar para los vinos sutiles color teja. Ya digo, nada de medias tintas.

Su rasgo de mayor generosidad con España se manifestó en la pasada década con los cien puntos estratosféricos a cinco vinos españoles de la añada de 2004. La lista de «The Wine Advocate» llegó a incluir en su top de una sentada a Viña El Pisón y Contador, de Rioja; Pingus, de Ribera de Duero; Clos Erasmus, de Priorato, y Termanthia, de Toro. Todos ellos bajo el denominador común de la fortaleza y estructura tánica que tanto aprecia el reputado crítico de Maryland.