Favorable o adversa, la suerte es una circunstancia que persiguen las personas con el propósito de mejorar su calidad de vida. Más que una casualidad es una actitud ante la vida, señala Mónica González Somoano. Esta psicóloga distingue la suerte fruto del azar «que es aleatoria y es la que provoca que te ocurra algo que puede ser más o menos probable», de la suerte entendida en un aspecto más amplio «y que abarca distintos ámbitos personales como el laboral, social o familiar. Es en este segundo enfoque donde se entiende que la suerte tiene mucho de actitud ante la vida».

Si bien se dice que hay personas que nacen con suerte, esta condición no llama a la puerta. Para disfrutarla hay que acudir a su encuentro. En este sentido, según Mónica Somoano, «la encuentra con más facilidad quien sale a buscarla que quien la espera pasivamente. Puede que sean determinantes algunos acontecimientos vitales, como enfermedades graves, algunos accidentes o despidos laborales donde la persona no haya contribuido en nada al fatal desenlace, hablamos entonces de mala suerte, pero lo importante es cómo la persona afronta dichas fatalidades».

Más que describir el perfil de la persona que disfruta de la mejor suerte, la psicóloga prefiere hablar de personas «que saben jugar magníficamente las cartas que les reparte la vida. La cuestión es no lamentarse de las que uno tiene, sino sacar el mejor partido posible de las que tiene. Por el contrario, la creencia de que somos meras marionetas en manos del azar genera conductas muy pasivas y sentimientos de frustración e irritabilidad muy paralizantes y nada productivos que conviene evitar si queremos hacer frente a las vicisitudes».

Contar con una serie de habilidades personales que contribuyan a crear una red social sólida, un proyecto de vida interesante o una autoestima a prueba de avatares «son avales de cierta garantía de éxito», reconoce Mónica González Somoano: «Ser una persona honesta, íntegra, compasiva, saber ilusionarse, perdonar, olvidar, confiar en uno mismo, interesarse por el mundo, por las personas, tener ganas de seguir aprendiendo, romper hábitos perjudiciales, caer, levantarse o coger el timón de la vida son habilidades y actitudes que nos ayudan cuando no todo va como queremos».

Además de la búsqueda de la buena suerte, un comportamiento generalizado es el de escapar de la mala. Los psicólogos lo denominan pensamiento mágico y lo definen como «aquel que hemos interiorizado como verdadero y que no obedece a las leyes de la lógica. Ocurre cuando asociamos un atuendo, un gesto o un objeto a algún acontecimiento importante y posteriormente lo repetimos con la esperanza de que ese hecho ocurra de nuevo. Por su parte, otras veces repetimos hábitos socialmente instalados en nuestra cultura en prevención de supuestas catástrofes, como por ejemplo no pasar debajo de una escalera o echar sal por encima del hombro. Ambas actuaciones obedecen muchas veces al pensamiento de "por si acaso" pero carecen de fundamento», comenta la colaboradora del Teléfono de la Esperanza.

Aunque la suerte sea sinónimo de felicidad para muchos ciudadanos, «no convendría asociar ésta a los golpes de suerte puntuales que originan una euforia temporal», resalta González Somoano, que dice entender la felicidad «como la serenidad del que se sabe bien orientado a una meta elegido. Y ello exige esfuerzo y un trabajo previo. Creo que es un proceso más que una meta».

En contra del deseo más generalizado, la suerte no es eterna, sí lo es la actitud, que según la psicóloga «puede durar siempre ya que la verdadera suerte consiste en encontrar el sentido a la propia vida».