Presidente del Colegio de Odontólogos y Estomatólogos de Asturias

Oviedo, Pablo ÁLVAREZ

Javier González Tuñón (Oviedo, 1955) se define como un «enamorado» de la profesión de dentista. Licenciado en Medicina por la Universidad de Oviedo, forma parte de la primera promoción de la Escuela de Estomatología de la capital del Principado. Desde mayo de 2011 preside el Colegio de Odontólogos y Estomatólogos de Asturias, un colectivo de 690 profesionales que en los últimos años ha experimentado un fuerte proceso de feminización: el 56 por ciento de los colegiados son mujeres. En la entrevista que sigue, el doctor Tuñón analiza la situación de la dentistería en Asturias, y subraya que ya no se ajusta a la realidad el estereotipo clásico según el cual un dentista es una persona adinerada.

-¿Cómo llevan la crisis los dentistas?

-Los números hablan por sí solos. En los últimos 30 años la población española se ha incrementado un 25 por ciento, y el número de dentistas, un 577 por ciento. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda un dentista por cada 3.500 habitantes; España tiene uno por cada 1.700, y Asturias, uno por cada 1.500. O sea, que en España tenemos más del doble de dentistas de los aconsejados, y en Asturias estamos incluso por encima de la media nacional. En la zona central del Principado llegamos a un dentista por cada 1.300 habitantes. O sea, una saturación de profesionales.

-¿Y cómo ha evolucionado la demanda?

-En estas tres décadas, el aumento ha sido muy tímido, muy inferior al de dentistas. Ha crecido, pero estamos a años luz de la cultura de visita al dentista que hay en el resto de Europa. Si hacemos una encuesta de cuánta gente ha ido al dentista en el último año, daría un cuarenta y pico por ciento; en Asturias, un poco por encima de la media nacional, pero en ambos casos muy por debajo de la media europea.

-¿Cuáles son las consecuencias de la saturación?

-Son varias. La primera, una bajada de la calidad. Además, empieza a haber paro.

-¿Cuánto paro?

-Desde el Colegio nos resulta muy difícil determinarlo. Hay una situación muy precaria de empleo, un infraempleo total: gente que trabaja a ratos o por horas. Cuando hay masificación entra el aspecto mercantilista: se crean muchas cadenas o clínicas que incluso se benefician de los «prestatítulos», de gente que acaba, no tiene trabajo y alguien que tiene un chiringuito montado, pero que es un intruso, les dice: «Yo trabajo y tú me prestas el título, y así quedo legalizado». Puede llegarse a estos niveles dramáticos.

-Las cadenas nunca han gustado a los colegios profesionales.

-En las grandes cadenas sólo cuenta el factor económico, y eso hace que se resienta mucho la calidad del servicio. El profesional normal quiere ganar dinero, por supuesto, pero cuando prima lo mercantilista, porque es un negocio, y tú estás en un sueldo mileurista, los criterios de trabajo van en tiempo.

-¿Sueldo mileurista? ¿Un dentista?

-Los profesionales jóvenes están condenados a estar en paro o en infraempleo. De hecho, hemos establecido la colegiación en paro, que no requiere pagar cuota, pero el problema es que mucha de la gente que está en infraempleo no se colegia, porque trabajan un día aquí, otro día van a otro sitio a trabajar por la tarde...

-¿Y eso es ilegal?

-Más bien alegal. Deberían estar colegiados todos, pero... En el paro quizá esté el 2 o el 3 por ciento, una situación que antes era impensable. Es una tasa pequeña, pero hay una situación de infraempleo brutal.

-¿Que se traduce en...?

-En infrasalario e infracalidad asistencial. Asturias siempre ha tenido un nivel muy alto de dentistería, y eso va a empezar a resentirse por la cantidad dramática de profesionales en situación precaria.

-¿A qué llama situación salarial precaria?

-A lo que decía antes: un sueldo mileurista, o sea, mil y pico euros.

-Limpios, al mes, lo que cobra mucha gente.

-Ya, pero en el caso del dentista puede permitirle vivir, pero no le permite formarse. Además, la tecnología es muy cara, y en nuestra profesión avanza muy deprisa. Y si no dispones de los medios para desarrollar una calidad alta acabas abocado a un planteamiento mercantilista. Desde el Colegio queremos potenciar la formación de los profesionales porque es cara y muchos no pueden acceder a ella.

-¿Cuál es la situación del intrusismo en Asturias?

-Es menor que en otras comunidades autónomas, pero existe. El problema es que no vemos mucha voluntad política y sanitaria para atajar esta situación. Sorprende que los profesionales que trabajan en la más absoluta legalidad estén más expuestos al control que los que están en la ilegalidad. Además, es muy difícil luchar contra el intrusismo.

-¿Por qué?

-Porque pillar a alguien requiere dar muchas vueltas, y cuando lo cogen la multa es exigua: una multa de 30 euros al día durante un año, o cosas así. Ya he comentado que, ahora, la precariedad laboral hace que mucha gente se preste a usar su título para legalizar situaciones de intrusos.

-¿Han cerrado muchas clínicas dentales en Asturias?

-Algunas, pero no sabría decir el número. Y, desde luego, hay muchas a las que les cuesta trabajo salir adelante. Desde que comenzó la crisis, estimamos que la demanda de servicios en Asturias ha caído un 30 por ciento. En la región hay ocho o diez clínicas dentales que andan entre los 20 y los 40 empleados. Pero lo habitual son clínicas pequeñas.

-¿Sin embargo, en algunas calles muy céntricas se están abriendo clínicas de franquicias?

-Volvemos a lo mismo. Son franquicias muy potentes en las que los criterios mercantilistas priman totalmente sobre los sanitarios.

-¿Y al paciente le sale más barato?

-Más que más barato, su punto fuerte es que dan facilidades de financiación. Y después la publicidad que hacen.

-¿Y la calidad?

-Cuando priman los criterios mercantilistas no puede igualarse a un profesional que hace primar los criterios médicos, aunque siempre tengas en cuenta, como es natural, la faceta económica. Ahora bien, imagino que habrá centros franquiciados mejores y peores.

-¿Están aprovechándose estas cadenas de la crisis del sector?

-Totalmente. Son las grandes beneficiadas: las franquicias, los seguros...

-¿Los seguros en qué términos se benefician?

-Los seguros también tienen un criterio mercantilista. Los seguros dentales muchas veces aseguran siniestros: no cubren ninguna otra faceta. Alguien tiene la boca destrozada y dice: voy a hacerme un seguro. Es como si alguien tiene el coche destrozado y hace un seguro de coche. Los seguros, basándose en la precariedad laboral de los dentistas, conciertan con un dentista, les exigen una serie de prestaciones gratis para que al asegurado le salga rentable. El dentista traga con esas prestaciones para que le metan pacientes, y después tiene que ajustarse al baremo que le impone la aseguradora. Y el profesional de verdad, amante de la profesión, que tiene su clínica e intenta hacer las cosas bien, es el gran perjudicado.

-¿Qué repercusiones tiene el descuido de las visitas al dentista como consecuencia de la crisis?

-En época de crisis es un error ahorrar en prevención, que es precisamente lo más barato. Si se descuida la prevención se resiente la salud, bien porque el problema ya no tenga solución o porque se encarezca muchísimo el tratamiento. Eso hace que la gente acuda con más frecuencia a cadenas o a intrusos...

-O sea, que el ahorro sale caro a la vuelta de 10, 15 o 20 años.

-Y a más corto plazo. La caries o la enfermedad periodontal pueden desarrollarse en pocos años, incluso antes de que pase la crisis.

-¿Usted qué recomienda al ciudadano medio y mileurista?

-Que no abandone la prevención. Que haga su visita anual al dentista, que cuide las limpiezas bucodentales periódicas y que se esmere en la higiene en su propio domicilio.

-Pero eso sale caro.

-Podía pensarse que con la masificación de la profesión iban a caer los precios, pero es un error, porque los costes son los que son.

-¿Ha habido un abuso de los implantes en los últimos años?

-Puede que sí, pero es como todo. La implantología se puso de moda y creó una demanda entre la gente. Fue una imposición social. La gente llegó a pensar que la implantología mejoraba la estética. Lo cierto, siendo un gran avance, es que soluciona muchos problemas, pero no todos. Probablemente se haya abusado un poco, pero por la propia demanda social. De hecho, ahora mismo con la implantología hay una especie de mercadillo, como si fueran garbanzos: implantes a tanto, a cuanto, implantes rebajados... Es algo que no ocurre en otras facetas de la odontología ni de la medicina.

-¿Cuál es el coste de un implante fiable?

-No existe un precio estándar. Hay variabilidad. En medicina, muchas veces el precio del proceso no sólo depende del coste del producto, sino también de otros factores: quién lo realiza, la tecnología que se emplea y, sobre todo, de la responsabilidad de que funcione o no. Cuando un profesional hace algo que no funciona o que no deja contento al paciente, es mucho más fácil solucionarlo si trabajas con cierto margen de presupuesto. Si vas muy ajustado, debido a la competencia, es mucho más difícil resolver el problema.

-¿Qué retos se plantea como presidente del Colegio?

-El primero, ya lo he dicho, potenciar la formación de los profesionales, que es muy costosa. El próximo año espero que se visualice. Y, por supuesto, la función social del Colegio. Estamos diseñando con Cáritas una clínica en Oviedo para gente sin recursos. A la vez servirá para crear un puesto de trabajo y será un instrumento de formación para los recién licenciados. Y de paso nos servirá para desmitificar un poco la profesión, porque sigue identificándose directamente al dentista con alguien rico, y eso no es así.

-La tradición pesa.

-Hay un tanto por ciento de profesionales que tuvimos la suerte, como en cualquier colectivo, de situarnos bien. Pero la profesión de dentista es muy dura.

-¿Dura? ¿Por qué?

-Dentro del conjunto de profesiones, tiene el índice de vida real más corto. Trabajas muy solo, con mucha tensión (la tuya propia y la que te transmite el paciente), la competencia es muy dura... Los errores se pagan: un paciente que quede descontento te echa abajo otros veinte; uno que salga contento, te trae como mucho a otro. Sólo hay un camino: hacer las cosas bien. Los pacientes son muy exigentes. En otras especialidades se admite que las cosas no queden perfectas, pero en la nuestra en cuanto tienes una molestia lo consideras un trabajo mal hecho. La profesión ahora mismo no es ninguna panacea. Hay muchos recién colegiados que están marchándose a Francia o a Inglaterra porque aquí no hay salida.

-¿Asturianos también?

-Sí, asturianos también. La formación que se da en España está muy valorada. El problema es el descontrol. Ahora mismo, tenemos 17 facultades (12 públicas y 5 privadas) y unos 8.300 matriculados. En Asturias siempre ha habido númerus clausus y una situación más controlada. De aquí al año 2020 van a jubilarse unos 3.200 dentistas y van a salir de las facultades alrededor de 16.000. En un colectivo que ya está saturado, va a ser terrible. También tenemos que hacer un trabajo de motivación de la gente para que acuda al dentista.

-¿Cuánto cuesta poner en marcha una clínica de tamaño medio?

-Es muy variable.

-Ya nadie habla de incorporar las prestaciones bucodentales a la sanidad pública.

-Lógicamente. Hace años se publicó un estudio según el cual este paso habría supuesto duplicar los gastos de la sanidad.