En el oído de alguna generación se instaló «One headlight», una pieza que lo tenía todo bien puesto. Eso que se dice: «una canción redonda». Fue uno de los sencillos que se extrajeron del álbum «Bringing down the horse», de «The Wallflowers». Aquel disco recuperó la impronta de eso que se llama el rock americano y que parece decir cualquier cosa, pero no. Ese sonido tan de carretera y desgarro que tienen determinados autores y sus canciones. Jakob Dylan, el líder de «The Wallflowers», definía sus inclinaciones e influencias con pulcritud y exactitud: señalaba a Bob Seger como uno de sus referentes, aparcaba su saga y tiraba más por el introvertido carisma de Seger, uno de esos músicos que dieron mucho de sí en los años ochenta, mezclado entre la nueva ola, Springsteen y el «Thriller» de Michael Jackson, por citar, pero que ya venía arreando con su clase desde finales de los sesenta.

Tras hacer un stop con el grupo y hacer una minicarrera en solitario, Jakob Dylan reúne al grupo y presenta una producción con grandes nombres. El disco se llama «Glad all over» (Sony Music) y tuvo de adelanto, con gran acogida entre seguidores, crítica y nuevos militantes, la pieza «Reboot the mission», que ya anima, y mucho. Es una canción que, de cuando en cuando, traslada a los «Siete magníficos» (la que salió en maxisingle de vinilo), de «The Clash». Será porque en «Reboot the misión» colabora Mick Jones, el ex de la gran banda punki-nuevaolera.

Un buen bocado para abrir apetito con «Glad all over», que retoma a los miembros originales de «The Wallflowers».

Jakob Dylan estuvo, desde que «cerró» el grupo, haciendo proyectos en solitario que se quedaron en un par de discos. El período de desaparición del grupo fue justo el último lustro.

Pero no todos los sonidos «The Wallflowers» son tan americanos como antaño o tan de la influencia del Mick Jones, como el citado anteriormente. Hay un rock de toda la vida, que vale para facturar allá y acá, que puede entrar en la parcela alternativa como lo puede hacer en la más clásica, como lo es «Hospital for sinners»: Hay también otro toque con Mick Jones en «Misfits and lovers», con ese ambiente tan aproximado en ocasiones a músicas más bailables, pero siempre consistentes. Y hasta piezas con un punto setentero, como «It's a dream». Y luego ahí está otra marca de «The Wallflowers» con «Have mercy on him now», o «The devil's waltz», ambas maravillas para quedarse a pensar y hasta meditar. Incluso se puede poner el broche con una tipo Springsteen como «It won't be long (till we're not wrong anymore)». O la sobriedad de «Constellation blues».

Un regreso de esos que hay que felicitar más que nada porque estamos en sequía rockera y en tiempos de espera expectante. Mientras ocurre algo de nuevo, bienvenido sea «The Wallflowers». Además, al margen de la venta en iTunes hay una edición en CD y otra con el viejo y siempre romántico vinilo.