Nacer antes de tiempo no es tanto un problema de tamaño como de madurez. El organismo humano forma los distintos órganos y sistemas durante las primeras semanas de embarazo tras la fecundación. Posteriormente, va madurando su función hasta que ocurre el nacimiento a término, entre las 37 y las 40 semanas desde la fecha de la última menstruación de la madre. Cuando un bebé nace de forma prematura, entre las 24 y las 36 semanas de edad gestacional, sus órganos ya estarán formados pero serán inmaduros, y al niño le será difícil sobrevivir fuera de su madre sin ayuda sanitaria.

En Asturias nacen actualmente un total de 7.500 niños al año. De ellos, el 10% lo hacen antes de la semana 37 de edad gestacional (neonatos prematuros) y entre el 1% y el 2% antes de la semana 32 (grandes prematuros). La frecuencia de este problema fue aumentando de forma progresiva durante los últimos tiempos hasta llegar a estabilizarse en estas cifras en la actualidad.

Los niños prematuros, que pueden llegar a pesar tan sólo 500 gramos al nacimiento, deben ser cuidados en unidades neonatales durante las primeras semanas de vida debido a los múltiples problemas que presentan. Aunque no todos los prematuros son iguales (a menor edad gestacional, mayor necesidad de ayuda, mayores problemas y complicaciones), nacer antes de tiempo siempre supone una situación de alto riesgo para el bebé y una situación de gran estrés psíquico y emocional para sus familias.

Las posibles complicaciones que estos pequeños pacientes pueden desarrollar tras su nacimiento son innumerables: problemas respiratorios, cardiacos, neurológicos, digestivos, metabólicos, hematológicos? Por supuesto, no todos los niños las presentan y no siempre que aparecen son de la misma gravedad. Pero, sea cual fuere la situación, todas las madres y padres viven este acontecimiento como una dura experiencia, llena de angustia y sufrimiento, debido a la incertidumbre pronóstica que rodea a estos pequeños tras una gestación con frecuencia muy deseada.

Aunque la mortalidad de la prematuridad ha ido disminuyendo de forma progresiva a lo largo de los últimos decenios, todavía entre un 15% y un 20% de los prematuros extremos fallece durante las primeras semanas de vida. A esta elevada mortalidad se une una morbilidad no desdeñable a medio y largo plazo. El pronóstico neurológico final de la prematuridad es una preocupación constante de todos los sanitarios que trabajamos en este campo (obstetras, neonatólogos, enfermeras neonatales, neurólogos infantiles, rehabilitadores, psicólogos, educadores especiales?).

En cualquier caso, hemos avanzado mucho en el resultado final del cuidado de estos niños. Los cuidados médicos de las madres de riesgo, el trabajo de los obstetras y matronas, la extraordinaria labor de la enfermería neonatal, la competencia de los pediatras y neonatólogos, y los medios tecnológicos y terapéuticos a nuestro alcance han sido esenciales en esta mejora.

Aunque con un elevado coste sanitario, cada año se mejoran los resultados de supervivencia de los prematuros extremos hasta cifras que hace poco parecían inalcanzables. El límite a la periviabilidad actual de estos bebés, entre las semanas 22 y 25 de edad gestacional, es una de las cuestiones éticas, sanitarias y sociales más trascendentes de la pediatría actual.

Un bebé prematuro que nace hoy día en Asturias tiene a su alcance una excelente asistencia en calidad y cantidad, equiparable a los países más desarrollados del mundo. Los cuidados que se aportan desde el sistema público de salud de nuestra comunidad autónoma son los óptimos para su manejo, sin escatimar medios ni personal especializado. Ningún padre debe dudar de ello. Aunque desgraciadamente los resultados no son siempre los deseados, en la mayoría de las ocasiones la incertidumbre de las familias y de los profesionales tras un nacimiento prematuro tiene un final feliz. Muchos niños prematuros asturianos que viven, juegan y estudian en nuestra región son la prueba fehaciente de esta afirmación.