Gijón, J. L. ARGÜELLES

Una de sus obras, la celebrada «Davandeh» («El corredor»), puso en 1985 el foco de la atención internacional de público y crítica sobre el cine iraní. Amir Naderi (Abadán, 1946) había firmado ya una decena de títulos, pero el personaje de Amiro, un niño de 10 años que sobrevive en los suburbios de Teherán, ofrecía una mirada desde los ángulos periféricos del régimen de los Ayatolás, la primera gran teocracia moderna tras el derrocamiento del último Sha, en febrero de 1979. En esa película hay mucha autobiografía, según confesó ayer: «Mis películas están hechas desde el corazón; se basan en mi vida y creo que esa energía es la que llega al espectador».

Amir Naderi, que tiene entre otros galardones el Premio del Jurado de Cannes y el «Roberto Rosellini» de la Crítica del Festival de Roma, es un viejo amigo de Gijón. Su certamen le homenajea estos días con la proyección de siete de sus películas, desde la citada «Davandeh» hasta «Cut», filmada el año pasado en Japón, además de cinco títulos de su etapa estadounidense. La ciudad asturiana, a la que el realizador iraní dedicó ayer amplios elogios, tuvo ya el acierto de darle uno de sus galardones hace años. «Me gusta mucho este festival porque aquí se piensa en el cine en estado puro; estoy encantado en Gijón, porque me está dando energía para ir hacia mi siguiente proyecto», dijo. Y otro piropo más: «El público de aquí es de lo más inteligente que he encontrado».

El realizador, niño de la calle que se hizo a sí mismo al convencerse un buen día de que necesitaba una educación (realizó los estudios por su cuenta, examinándose de varios cursos a la vez), compartió apartamento durante cuatro años con otro de los grandes cineastas iraníes, Abbas Kiorastami, para quien escribió dos de sus guiones. «Dicen que hemos sido revolucionarios, pero me apena que nuestras películas no tuvieran éxito en su momento», lamentó. «¿Por qué él y yo invertimos tanto tiempo en nuestras películas? Pues, porque son proyectos muy personales y ponemos toda la carne en el asador», hizo resaltar, pese a las diferencias de estilo de ambos maestros: «Sus filmes están más volcados en el mundo interior, mientras que los míos atienden más a la calle».

Amir Naderi, que huyó de Irán para instalarse en Nueva York, donde malvivió en las estaciones del metro, se confesó un enamorado de España. «Tiene gran importancia en mi vida», manifestó, tras subrayar que «Muerte de un ciclista», de Juan Antonio Bardem, o la obra de Luis Buñuel le han acompañado siempre. Confesó que sus directores favoritos son Stanley Kubrick y Akira Kurosawa. Su pasión por el cine nipón le ha llevado a Japón, donde fijó su residencia hace tres años: «El mundo es un lugar perfecto para correr». Tiene tres proyectos en marcha, entre ellos un filme «relacionado con la Luna», más otros dos en Italia y en Japón. Este último integraría una trilogía, con otra cinta más sobre la guerra.

No le interesan las películas en las que la política es un asunto explícito: «Envejecen muy rápidamente y por eso me gustan más las de toque humano, aunque todas las mías tienen ese cariz político pese a que yo no soy especialmente político». ¿Y por qué se marchó de Irán? «Me fui más por motivos personales, por la ambición de ver y hacer cosas nuevas; fue difícil dejar atrás mi cultura». Lo cierto es que se plantó en Nueva York y rodó «Manhattan by Numbers».