Se cumplieron las previsiones. A las ocho menos veintidós minutos de la tarde de ayer, dos horas y siete minutos después de que los 115 cardenales se encerraran en la Capilla Sixtina para elegir al sucesor de Benedicto XVI, de la chimenea salió un humo negro y muy denso. Aún no hay Papa. Hoy se desarrollarán cuatro nuevas votaciones -dos por la mañana y otras dos por la tarde-, salvo que en una de ellas alguno de los candidatos logre los 77 votos (dos tercios) exigidos por la norma que rige la elección y ponga fin al segundo cónclave del siglo XXI convirtiéndose en el 266.º sucesor de San Pedro. Con la no pequeña singularidad de que el 265.º está vivo y a poco más de veinte kilómetros del Vaticano.

Si los pronósticos de un proceso breve se hicieran realidad sería razonable pensar en una fumata blanca en la tarde de hoy o la mañana de mañana. Benedicto XVI fue elegido el 19 de marzo de 2005 en la cuarta votación; Juan Pablo II, el 16 de octubre de 1978 en la octava votación, y Juan Pablo I, el 26 de agosto de 1978 en la cuarta.

Miles de personas se congregaron en la plaza de San Pedro para seguir el evento en directo, desafiando la lluvia y el frío reinantes en Roma. Con la entrada en la Capilla Sixtina y la primera votación, los cardenales cerraban una jornada que se había iniciado por la mañana, con la misa «Pro eligendo pontifice», en la que el cardenal Angelo Sodano, decano del Colegio Cardenalicio -quien no participa en la elección por ser mayor de 80 años-, pidió «que el Señor conceda pronto a la Santa Iglesia otro buen pastor», dispuesto a «dar la vida por sus ovejas». Sodano apuntó las cualidades que debía reunir el futuro Santo Padre. Deberá tener «un corazón generoso» y promover «sin cesar la justicia y la paz».

El cardenal agradeció a Dios «el luminoso pontificado» de Benedicto XVI -alusión que propició una ovación estruendosa-, hizo un llamamiento a la unidad y emplazó a los cardenales a comportarse «de manera digna» para el ministerio que han elegido.

En un escenario tan magnífico como la basílica de San Pedro, la ceremonia, de liturgia bellísima, tuvo una fuerte carga de solemnidad. Los purpurados, con sus ropajes de color rojo, procesionaron hasta el altar, mientras se escuchaba música sacra y la luz natural entraba por las vidrieras. Además del cuerpo diplomático, asistieron a la misa fieles de todas las nacionalidades. El templo tiene capacidad para 60.000 personas.

Ya por la tarde, el cónclave comenzó con la procesión desde la capilla Paulina a la Sixtina. Una vez allí, todos los purpurados electores juraron sobre un ejemplar del Evangelio cumplir las normas que rigen la elección, lo que incluye guardar secreto sobre todo lo referente a la misma y no dejarse condicionar por presiones o influencias externas.

Pasadas las cinco y media de la tarde, monseñor Guido Marini, maestro de las celebraciones litúrgicas pontificias, pronunció el famoso «extra omnes» («todos fuera») en la Capilla Sixtina. Aquellos que no participan en la elección del nuevo Papa abandonaron el recinto. Las puertas se cerraron simbólicamente «cum clave» («con llave»).

Los expertos dan al arzobispo de Milán, Angelo Scola, una cierta ventaja para convertirse en el nuevo Papa, aunque el dicho vaticano mantiene que ser favorito no es ninguna garantía: «Quien entra en el cónclave papa suele salir cardenal». Entre tanto, las casas de apuestas coinciden al decantarse por el arzobispo de Milán, seguido por el brasileño Scherer, el ghanés Turkson, el camarlengo Bertone, el austriaco Schönborn, el canadiense Ouellet y el italiano Ravasi.

Medio mundo mantendrá hoy la vista puesta en la chimenea vaticana. Si el futuro pontífice fuera elegido en las dos votaciones que se llevarán a cabo por la mañana, la fumata blanca podrá divisarse entre las diez y media y las once de la mañana. Si es elegido en alguna de las votaciones de la tarde, podría verse entre las cinco y media y las seis.

Hoy los cardenales desayunarán entre las seis y media y las siete y media. A las ocho menos cuarto se trasladarán al palacio apostólico y a las ocho y cuarto concelebrarán la misa en la Capilla Paulina. A las nueve y media, en la Sixtina, rezarán media hora, y llevarán a cabo las votaciones de la mañana en torno a las diez. A las doce y media regresarán a los aposentos de Santa Marta. Por la tarde, a las cuatro, se trasladarán de nuevo a la Capilla Sixtina, y a las seis menos diez concluirán las votaciones de la tarde.

La normativa vaticana establece que en el segundo, tercero y cuarto días se celebren dos votaciones por la mañana y dos por la tarde. Si después de esos tres días ningún candidato ha alcanzado los 77 votos, se procederá a una jornada de reflexión y plegarias en la que no se votará. Después se reanudarán las votaciones para otros siete eventuales escrutinios. Si tampoco ha salido Papa, se procederá a una nueva jornada de reflexión y a otros eventuales siete escrutinios. Si sigue sin haber fumata blanca, se concederá otra pausa de reflexión y otros siete escrutinios. Y así hasta 34. A partir de ese momento se elige entre los dos cardenales más votados, pero éstos no podrán participar en la votación.